Vidas, tensiones y metas dentro del Ballet de Camagüey
El Ballet de Camagüey (BC) cumple hoy 54 años. Con el pretexto del aniversario regresará al escenario del Teatro Principal, con programas conciertos los días 4 y 5 de diciembre. Entre tanto, Adelante.cu conversó con maestros y primeros solistas. Ninguno vio nacer la compañía pero con sus pasos han construido y preservado una zona especial para la danza dentro del imaginario colectivo.
La compañía ha transitado por diferentes momentos, con méritos propios aunque se recuerda con mayor intensidad la etapa liderada por el maestro Fernando Alonso. Aplaudida por sus logros técnicos y de interpretación, por todo lo que aglutinó de cuerpo de baile, solistas y primeros bailarines; se ha nutrido de las escuelas de arte y miembros del colectivo han cumplido contrato en el exterior.
SALADRIGAS Y LAS MOTIVACIONES
Hace un tiempo contamos la historia del regisseur y maître Rafael Saladrigas Ruiz. Entonces conversó acerca de los prejuicios que afrontaban los niños como él inclinados al ballet. Ahora, con 45 años en la compañía, prefiere enfocar el discurso a las motivaciones para los bailarines de hoy.
“Desde hace unos años los alumnos que se gradúan no sienten interés por venir a trabajar a Camagüey. Atravesamos un momento difícil. Esperamos salir cuando vuelvan a entrar muchachos de la escuela. Ahora estamos limitados de hacer los grandes clásicos que conllevan mucho personal”, señala alguien que aspira a que BC tenga su versión de Coppelia, como ya logró de El Lago de Los Cisnes, Gisselle y Don Quijote.
─¿Terminaría la utopía del Ballet de Camagüey por no tener bailarines que lo defiendan?
─Tenemos un buen claustro de profesores formados en los años setenta. Ellos conforman el consejo artístico en otro contexto, con generaciones que piensan distinto. La carrera del bailarín es corta. Lo comprendemos si sus expectativas no se cumplen porque no viajemos al exterior, y se limitan las giras nacionales por la carencia de recursos. No podemos convertirnos en una compañía de provincia que se presente solo en el Teatro Principal.
A pesar de eso, Saladrigas considera que el ballet clásico pervivirá: “Surgen dos o tres coreógrafos y compañías de corte contemporáneo, pero eso también ha sido transitorio, efímero. Los clásicos se mantienen. Una generación de ahora va al teatro, ve un clásico con calidad y puede salir impresionada por todo lo que representa tanto desde el punto de vista escenográfico, de la música, del vestuario, de la obra. Va a salir maravillada”.
MARÍA VARELA, LA MADRE
La profesora y ensayadora María de los Ángeles Varela de Moya coincide con el regisseur en lo concerniente al factor motivacional. Comenzó en 1981 con el maestro Jorge Rodríguez Vede en el grupo B, la categoría para los recién graduados.
“A los dos años me evalúo y me dan la categoría de cuerpo de baile A. Tengo el privilegio de trabajar con el maestro Fernando Alonso, de quien aprendí mucho. Bailé todos los ballets: clásico, neoclásico, contemporáneo”, recuerda María Varela, como todos la llaman en la compañía donde lleva 40 años.
Su talento encontró cauce a la ayuda técnica ofrecida en Colombia para la compañía Incolballet, de Gonzalo Galguera, y luego a Haití. Eso implica su capacidad para transmitir el sello indiscutible de la Escuela Cubana de Ballet.
“Es un orgullo, porque es mi vida entera dedicada al Ballet de Camagüey. Me siento con mucha satisfacción y orgullo, todo lo que he aprendido llevarlo a los bailarines”, insiste la artista que ha representado el personaje de la madre en El Lago de los Cisnes, Gisselle y Las llamas de París, en el que además hizo de carcelera para la gira en Francia.
“Los personajes de carácter son muy importantes, y hay que estudiarlos. Tengo una anécdota. Fernando me puso a hacer la casamentera de La Fille Mal Gardée y yo no quería hacerlo porque decía que no servía para cosas cómicas. Me respondió que ‘no hay grandes papeles sino grandes artistas, grandes bailarines, usted sí puede y de verdad’. Y lo saqué”, concluye María Varela.
IRADIEL, PARTNER ESTRELLA
Recientemente, Iradiel Rodríguez Rodríguez cumplió 39 años de edad. Por la diferencia de una vuelta de sol, ya puede asegurar que lleva la mayor parte de su vida en el BC. En dos décadas acumula momentos de tensión, tremendos.
“El primero fue cuando me asignaron el primer rol de solista. Fue Colin, el campesino de La Fille Mal Gardée. No es igual el trabajo de un cuerpo de baile, aunque este sea importante, ni siquiera para un pas de deux o un pas de trois que ya haces en la escuela. Cuando eres el solista de un clásico, por la técnica y la interpretación, todos los ojos están sobre ti”.
Luego afrontó otra situación más dramática al ser agredido en un intento de asalto: “Me hirieron con arma blanca en la espalda. Tenía un proyecto de gira a Colombia, era la cara de la compañía en todos los protagónicos. Tampoco pude ir a un concurso. Enfermé a raíz de ese accidente y de mucho estrés. Tuve un linfoma Hodgkin, pero soy fuerte. Cuando me dieron el alta médica, volví a las tablas y hasta hoy”, relata.
Iradiel no pierde la esperanza de interpretar Don José, porque antes de la tragedia ensayaba el ballet Carmen: “Me gustaría hacerlo porque me da la oportunidad de interpretar un papel diferente. Para el bailarín no se trata solo de la técnica porque damos clases todos los días y hacemos pirouette, double tours, los mismos ejercicios. El kit es la interpretación”.
A pesar de los contratiempos, es feliz porque ha hecho lo que ha querido. Logró la meta de una estancia en Italia durante tres años, dando clases en la academia y bailando. También cumplió el sueño de salir a escena con la amiga pequeña Dainelis Muñoz, “La Chiqui”, en Coppelia y en Festival de las Flores en Genzano.
“Me adapto a la bailarina. He tenido la oportunidad de bailar con bailarinas altas. En las escuelas casi nunca tienen quien las acompañe, por eso bailan solas. Es un trabajo fuerte a la hora de cargarlas, de moverlas; he tenido partiduras en la frente, golpes, pero el resultado ha estado bien. Me dicen Partner Estrella”.
─¿Por qué recomiendas estudiar ballet clásico?
─Un bailarín con formación clásica puede dedicarse a lo que desee: contemporáneo, folclórico, danza española. El ballet clásico es anatómico, necesita condiciones especiales. No va de que llegues a un split y te pongas una pierna en la cabeza; sino de tener el en dehors y trabajar hacia fuera. Eso no lo tiene ninguna otra rama de la danza. Como experiencia personal no me arrepiento. Hice las pruebas de ballet con 14 años, en nivel medio. Lo había dado por descontado porque cuando chiquito en mi casa no me dejaron. Si mañana volviera a empezar, lo haría desde los nueve años.
EL ENCANTAMIENTO DE SUSEL
Menos tiempo lleva Susel Álvarez Rockwood, aunque su década en la compañía pesa con la magnitud de estar en la mitad de su carrera de bailarina. Ella es holguinera de Banes. Estudió el nivel elemental en su provincia y vino a recibir el nivel medio en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre.
“A partir del 2011, cuando entré al BC, pasé casi dos años sin bailar absolutamente nada. En aquel tiempo había muchos bailarines de muy buena calidad”, comenta la joven que recibió un pequeño papel para la danza vasca del ballet Las llamas de París, pero no clasificó en la gira internacional.
“Mi primer protagónico fue en Visitaciones. La ensayadora era la maestra María Varela. Me daba mucha pena. Era un ballet sensual y yo era una niña con tres muchachos. Al final salió muy bien porque me dio la oportunidad para desarrollarme, quitarme esa vergüenza escénica”, cuenta quien es primera solista, figura privilegiada para el coreógrafo José Antonio Chávez.
“El maestro Chávez ha sido muy importante para mí. Fue de las primeras personas que me apoyó, me dio la oportunidad de mostrarme. Tengo las piernas tan fuertes por su característica coreográfica. Sus ballets son de promenade (giro sobre un pie, sin desplazamiento) El que más he bailado es El beso de la muerte, y de hecho es el que más me gusta porque es expresivo, de resistencia, de muchas cargadas, y yo soy amante de las cargadas”, enfatiza.
─Muchas bailarinas sueñan con El Lago o con Gisselle, ¿por qué tú no?
─El sueño de toda bailarina es bailar el ballet que deseas hacer. Mi caso era Carmen, un ballet de carácter, fuerte, un poco más libre, de muchísima interpretación. El maestro alemán Peter Breuer vino desde Suiza y me escogió como la bailarina principal. Lo llevamos a Suiza, lo estrenamos en La Habana, la bailamos en Camagüey, en diferentes provincias y en todos lados fue muy bien recibido. En el estreno en Suiza estuvieron aplaudiendo por nueve minutos. Jamás había sentido esa sensación. Fue la alegría más grande de mi vida.
─Te hemos visto como protagonista de series de fotografía y obras audiovisuales. ¿Qué te preocupa de la imagen?
─ A veces vemos publicaciones en la página de la compañía, con fotos hechas por cualquiera y sale una posición descolocada, un brazo virado, un ojo mirando para un lado o para el otro. El fotógrafo de ballet debe tener conocimientos de ballet. Quien no sabe está degradando al bailarín, está quitando la belleza que lleva el movimiento. Para nosotros es vergonzoso porque estamos mal posicionados y eso todo el mundo lo ve.
─Más allá de tu oportunidad de trabajo en la compañía, ¿qué te ha hecho permanecer en Camagüey?
─Desde los nueve años estuve becada, he tenido que arreglármelas sola, en el sentido de que estaba alejada de mi familia. Cuando llegué a Camagüey, me sentí totalmente ofuscada. Me acostumbré. Me gusta la gente, la ciudad, la forma de vivir. Es alegre. No es de una vida corriendo por un lado y para el otro como en La Habana; tampoco muy calmada como en Holguín. Es un punto intermedio, perfecto para trabajar, para disfrutar tu vida personal y para estar completamente bien. Me he sentido muy bienvenida, sobretodo en la compañía. Nunca pensé que iba a llegar hasta acá y mira, han pasado 10 años.
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante