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sábado, noviembre 23, 2024

Una Valia Valdés grande en escena

Asistimos al teatro, entre otras cosas, en un afán de encontrar las esencias de la vida en las metáforas del arte. Para ello, en una puesta en escena tienen que conjugarse múltiples factores estructurados en perfecta armonía: escenografía, sonido, vestuario, iluminación, etc. Pero existe un elemento que se torna imprescindible para que la obra logre llegar a un estado de empatía y de diálogo certero con el espectador, y ese lo constituye el actor y su presencia viva, orgánica y sincera. Ese espacio de comunión donde en una misma sala se entrelazan las emociones y experiencias de los personajes con las energías y sensibilidades del público, hacen del encuentro un momento único y excepcional.

A uno de esos momentos nos convidó Valia Valdés Rivero, actriz de amplio recorrido en la televisión y las tablas, que en esta oportunidad como integrante de la agrupación Teatro Pálpito, de La Habana, se estuvo presentando en el coliseo del Teatro Avellaneda de la ciudad con motivo de las jornadas de programación de verano, con una versión del unipersonal Las penas saben nadar, del encumbrado dramaturgo cubano Abelardo Estorino.

Con una puesta en escena minimalista y un profundo sentido de la intimidad, dada la cercanía de la actriz y los espectadores, conviviendo juntos encima del escenario, Valia nos regala una interpretación al mejor estilo stanivslaskiano, donde la fe y sentido de la verdad, así como la memoria emotiva desempeñan un papel preponderante en el desbordamiento de frustraciones y conflictos internos por los que atraviesa su personaje y que a lo largo de toda la trama se acerca a zonas neurálgicas de la existencia del ser humano como la soledad, la indiferencia, la migración, la vejez, etc.

No obstante, el recurso de los apartes al público y las interacciones directas con los asistentes a la representación provocan ese efecto brechtiano del distanciamiento. Sin grandes pretensiones dramatúrgicas ni conceptuales, el montaje de Teatro Pálpito teje y regala una historia sencilla en apariencia, donde el principal recurso son las cualidades expresivas de la actriz y su capacidad para amarrar las miradas en un acto de franqueza, donde el eje central gravita en que siempre, a pesar de todo, vale la pena esforzarnos en alcanzar las quimeras.

El argumento narra la trayectoria de una actriz que, sin poseer las grandes cualidades para la actuación, puja por triunfar en el difícil camino del teatro, el cual, dicho sea de paso, también está sujeto, como en disímiles sectores y gremios de la sociedad a las mezquindades, y en ocasiones a las zancadillas que pueden lastrar sueños y aspiraciones.

Considero que, para Teatro Pálpito, así como para Valia, el montaje de este unipersonal constituye también un reto dentro del panorama teatral cubano contemporáneo y universal, donde cada vez se hace más complejo sostener la atención de un espectador cuya vida se rodea de manera creciente de efectismos, grandilocuencias y virtualidades simultáneas. Por lo tanto, otro acierto del espectáculo es que nos remite, pudiéramos decir, a ese estado primigenio donde la voz y la carga emotiva del cuerpo tienen que ajustarse el cinturón, y lanzarse al riesgo de cautivar con el solo hecho de su propia presencia.

Desde el punto de vista dramatúrgico, enfocando a la alternancia de ritmos, matices y perspectivas de diversas situaciones de la actriz y su personaje se aprecia en ocasiones cierta reiteración cíclica de estados de ánimo que ralentizan la progresión dramática de los acontecimientos pero que la pericia y experiencia de Valia, logran saltarse esos escollos y reencontrar el sendero de la seducción. Resultó también muy interesante ver repleta de público las butacas que se acomodaron como escenario alternativo para todas estas funciones en el Teatro Avellaneda, donde los jóvenes fueron protagonistas y recibieron con extensos aplausos una expresión del teatro que no abunda por estos días y que dejó una vez más refrendado que Camagüey es una ciudad netamente teatral.

Por Kenny Ortigas Guerrero /Colaborador

Foto: Cpae