Teatro del Viento, vida y farándula
Teatro del Viento estrena Contar la vida. La escena como un documental. Inició el dos de diciembre en el Teatro Avellaneda una temporada de 10 días consecutivos. Así no estaba prevista, pero a la gestión de más funciones conllevaron los seguidores a través de las redes sociales y desde la puerta de la sede del grupo, con la protesta espontánea por el derecho a alcanzar entradas.
¿Por qué las personas quieren ver cada puesta de Freddys Núñez Estenoz? El asunto genera más preguntas que respuestas, aunque desde hace tiempo es una verdad irrefutable que este grupo de Camagüey logra influencia social; pero antes de seguir por esa cuerda, volvamos sobre la nueva propuesta, con una fórmula que no es tan nueva pero funciona como hemos visto en el cine.
El dramaturgo comenzó a escribir el texto en el año 2009, cuando salía de esa primera etapa en que su público meta eran los niños y los adolescentes, para concentrarse en el teatro para adultos con un enfoque social. Eligió conflictos que en su opinión no quedarían registrados en un documental o en un periódico.
Los personajes representan historias de conocidos suyos: una maestra fiel pero insatisfecha sexualmente, un combatiente impedido desde joven por la explosión de una mina, un paciente con VIH/Sida, una lesbiana con proyecto de familia, una filóloga sobreviviendo en el extranjero con otros oficios, un transexual agradecido de su madre no biológica, una cantante que viaja de “mula” para comprar una laptop al hijo, y una estudiante de cine en su trabajo de graduación.
El espectáculo sobrepasa las dos horas porque intercala fragmentos de videos con música de Calle 13, y hasta da la sensación de estar en medio de un concierto de los boricuas, mientras las miradas se dirigen a una pantalla. Es evidente el juego a reteatralizar la ficción del teatro con los códigos de un rodaje; y como suele pasar con el fogueo sobre las tablas, se reajustarán textos y lograrán organicidad aquellos actores a los que falta pulimento al detalle.
En el 2020, Freddys hizo el último corte de investigación sobre esos personajes. Del reservorio de una treintena de historias, tomó para readecuar o sustituir ante la negativa de quienes en 2009 confiaban sus relatos pero ahora ya no estaban dispuestos a verlos públicos. Por tanto, tiene más bajo la manga para otras temporadas a fin de actualizar y mantener atento al espectador. Si la obra To’Ta’ Bien no fuera el precedente tan inmediato, no se tendiera a comparar la construcción de los personajes ni a extrañar la conmoción afectiva que entonces sí hirió al pecho como una bala, el símbolo empleado en el cartel de Contar la vida. El estreno sabe a terapia grupal como sesiones para el desahogo.
Para llegar a la inmersión antropológica de esta obra, los actores estudiaron en secreto a la persona asignada; pusieron en práctica las herramientas metodológicas aprehendidas como graduados de Comunicación Social, Estudios Socioculturales, Sociología, Dirección de Medios Audiovisuales. Esa investigación consciente, esa búsqueda y descarte de información, esa construcción colectiva empezó con la obra Heaven-Sola-Cubitas, cuando Freddys dejó de llevarse solo por los atajos de la intuición.
El teatrólogo incorpora experiencias de talleres de teatro documental recibidos en Alemania, Noruega y Austria desde el 2012. Piensa la escena como un acto vivo sin maquillajes, denomina dramaturgia proactiva a su método de trabajo y lo documenta audiovisualmente porque “la escena cubana no recoge su investigación”.
En diálogo con Adelante Diguital, Freddys reconocía como tema pendiente de estudio la estrecha relación con el público, para explicar iniciativas como la reservación de 45 capacidades y el alquiler de una guagua para llegar desde Granma; o del club de fans camagüeyanos que gestiona un campismo en Matanzas para estar en el estreno de Huevos el 27 de marzo del 2022 en el Teatro Sauto. “Eso pasa con la pelota, con los Rolling Stones, pero no con un grupo de teatro de provincia, con actores que no salen en la telenovela ni en la película”.
Contar la vida. La escena como un documental es apenas la punta del iceberg, una apuesta desde el teatro por la fe en Cuba, es una invitación al beso ─incitado desde la pantalla durante cinco minutos en un supuesto intermedio─, pero ese beso conduce a un puente de entendimiento y de respeto. Muestra las dos caras de la moneda, toca al espectador aguzar la mirada a la que ve y a no ocultar los conflictos. Alrededor de la obra está ese caso raro de grupo movilizador, que pone la alfombra roja para el público, con un director comunicativo y cercano como un acomodador de sala, con actores al final de la función dispuestos para fotos y consejos. También por ahí sopla un hálito de farándula intelectual.
Teatro del Viento eleva el parangón no solo en Camagüey, y obliga al cuestionamiento de los ingresos porque cobra lo mismo que quienes apenas trabajan. Al interno ya valora la apertura a otra forma de gestión como industria creativa. Con Pepe Fornet explora ese terreno desde la productora audiovisual hazTluz. Pero lanzarse a esa empresa, como insiste Freddys, requiere un soporte para que no exista el fracaso, sino el crecimiento y del aprendizaje.
Por Yanetsy León González/ Adelante
Foto: Pepe Fornet/ Colaborador