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jueves, noviembre 21, 2024

Ramonet en el mejunje de Camagüey

Contar Camagüey desde el azar es un privilegio en el intento de encontrar explicación a sus misterios, aunque muchas veces las respuestas están en lo profundo del habitante. Pasó este domingo en el centro cultural José Luis Tasende, alrededor de una obra teatral titulada como al descuido: No importa.

Con la función 44, el grupo Mejunje de Santa Clara dijo hasta pronto a la urbe, con el abrigo de su frondoso árbol de arte y vida que es Ramón Silverio, Premio Nacional de Cultura Comunitaria y director general. Él, paladín cubano de la dignidad humana desde la inclusión, recibió el espectáculo con un inusual compañero de butaca, el periodista y politólogo español Ignacio Ramonet.

La visita de los villaclareños fue posible después de varios intentos, debido a fallas de transporte. Ramonet tampoco había podido regresar desde la irrupción de la pandemia de COVID-19 y aquí, fuera de su agenda preguntó por la cartelera y quiso entrar aunque no fuera el ya conocido Teatro del Viento. Salió a gusto: “Estamos súper contentos por ver el espectáculo, la vitalidad de los actores, su ritmo; la fuerza del teatro y la fantástica relación con el público”.

No importa expone la problemática de la emigración a partir del reencuentro en Cuba de cuatro amigos, de ellos emigraron tres. Rememoran anécdotas y situaciones como estudiantes de pre y de universidad, con la vivencia intermedia del servicio militar. Para la realización ganaron la Beca El reino de este mundo, de la Asociación Hermanos Saíz que apoya a jóvenes creadores.

Según el director de la puesta y actor, Adrián Hernández, partió de la tirantez entre amigos en las redes sociales por pensar distinto, y esa nunca debería ser razón para odiar. Tenía en mente el libro Quién le pone el cascabel al látigo, de historias del periodista Rodolfo Romero para la revista Alma Mater. Luego, entroncó la motivación con el pie forzado de montar algo para justificar el salario por el centro cultural El Mejunje durante el confinamiento por la pandemia.

En un intercambio en el Tasende, la actriz Leisy Domínguez calificó el resultado “Fenómeno No Importa” por cómo conecta con el público juvenil. Jamás lo imaginaron. El desenfado al interpretar la voz popular que disecciona los males del cubano no es poética desconocida aquí, porque bajo el techo institucional Teatro del Viento expone todo sin pelos en la lengua, y se atreve a reabrir el edificio sin el arreglo definitivo por la pujanza de los seguidores. El público hace uso del derecho de mirarse al espejo de su tiempo, desde la ética y la terquedad de los artistas que quieren hacer teatro en Cuba incluso en la precariedad.

El nuestro está entre los referentes del elenco Mejunje, como aseguró en ese diálogo la actriz y asistente de dirección de No importa, Lizandra Martín, y lo confirmó el actor Yuniesky Bermúdez (quien interpreta al que se quedó). El Viento logra influencia pública, tanto que los espectadores han puesto de moda “las sentadas”, como llaman a pasar la noche en la puerta del teatro para cuando toque el turno de comprar no irse de la taquilla con las manos vacías. Por el Viento rentan guaguas y viajan desde Granma, Cienfuegos y Ciego de Ávila. Bastó la recomendación en Facebook y también en par de horas agotaran las entradas a las tres funciones del Mejunje, ofrecidas 17, 18 y 19 de febrero.

Hay quienes tildan de facilista este tipo de espectáculos por parecerse demasiado a la vida real; sin embargo, eso no la hace ni mejor ni peor que el resto. Es válido en tiempos de la hiperconectividad y la paradoja de la incomunicación. En ese sentido es interesante la reflexión de Ramonet en diálogo con Silverio, Adrián y Freddys: “No es un teatro conformista. Es muy sintomático de la situación del país, esta ansia del público de oír cosas así aunque ya las sepa. Hay un sufrimiento que necesita expresar un alivio”.

Aún al teatro se va por voluntad a compartir emociones. Aprovecho para un reto. Algún día comentaré una puesta por el hilo de la banda sonora del público. Allí suspira, solloza, llora y ríe al final. El Mejunje pulsa fibras por la manera de recoser expectativas y frustraciones, de punzar con agudeza la realidad y a pesar de los destinos propios, por ondear desde el afecto la identidad, el arraigo.

Vuelvo a la mirada de Ramonet al identificar “un desgarramiento”, aplaudir “la palabra franca” y ponderar el tratamiento de la amistad, los recursos de la ironía, el humor y lo grotesco para que no sea todo dramático y sentimental. Asimismo encontró puntos de contacto con el tema y el tono de la novela Como polvo en el viento, de Leonardo Padura.

Como buen hijo remoza su calidad de camagüeyano, entusiasta de la cultura y adalid del humanismo. El experto mundial en geopolítica sabe de movimientos y tendencias, nos hace ver que No importa toca un fenómeno activo, no frecuente. En efecto, nos confirma que el arte ausculta y anticipa; ayuda a construir el futuro al sembrar desde el presente generaciones mejores, como queda explícito en el alegato final. “Yo lo sentí como una fuerte expresión de amor por Cuba”. Esta afirmación de Ramonet nos provoca la memoria reciente del diciembre del 2019 cuando lo adoptamos. Contó que mide su juventud en términos de actualidad y nos empezó a guiar en el compromiso de entender nuestro momento y de ponerle ganas a su transformación. El proyecto ha de ser siempre un mundo más justo y equilibrado. El Mejunje de Silverio nos ha enseñado a empezar por casa.

Por Yanetsy León González/Adelante

Foto: De la autora