Otras voces, otro coro
El Coro Profesional de Camagüey exploró con público un espacio nuevo al elegir para su concierto reciente la Iglesia de la Merced, en esta ciudad, y por la acústica favorable el resultado fue como escuchar otras voces.
Pasó el 22 de marzo, día lluvioso, pero el tiempo permitió un intervalo de sol y despejado cielo a las tres de la tarde; pudieron llegar algunas personas aunque tampoco fuera habitual esa opción a mitad de la semana.
La directora del coro Lena Lauzao anunció un programa de música sacra, obvio por la institución donde se encontraban y además porque permitía poner en el contexto composiciones hechas precisamente para interpretar en un edificio así.
Comenzaron las mujeres con Si tus penas no pruebo, del renacentista español Francisco de Guerrero. Siguieron los hombres con The old songs, del canadiense Geoffrey O’Hara en su emoción por tener cercana la buena armonía.
Ambos grupos se unieron para el estreno de The lamb, musicalización del británico John Tavener al poema homónimo de William Blake y que estimula a conservar la ternura entre todos.
Luego, De profundis del alemán Christoph Gluck, compositor del siglo XVIII célebre por contribuir con Orfeo al tránsito a lo moderno de la ópera barroca; sin embargo, esa tarde en la iglesia compartieron un salmo.
Lena Lauzao anticipó la siguiente partitura: Chor der engel. El austriaco Franz Schubert se basó en la escena del Fausto de Goethe, convencido por los ángeles de descartar la idea del suicidio. La interpretación acarició la belleza de la vida.
El programa dedicó un segmento a compositores estadounidenses. Primero, el más interpretado en la historia moderna: Morten Lauridsen; eligieron de él Se per havervi, oime. Continuaron con O nata lux, de Guy Forbes y I can tell the world, de Moses Hogan. En efecto, tanto que decir todavía.
Con este recital el Coro Profesional de Camagüey no se estrena en un exponente de la arquitectura religiosa. En las redes circulan videos grabados en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Está el espiritual de Hogan, también visto en el programa De la gran escena de la Televisión Cubana.
Días previos, una integrante al comentar el anuncio en Facebook calificó de precioso el lugar porque allí los coros se escuchan como ángeles. Fue Marina Collazo, luego encargada como solista de dotar de palabra inteligible y calidez el arreglo de Wilma Alba a Ausencia de Liuba María Hevia.
Después de un giro a Las avispas del dominicano Juan Luis Guerra, con la adaptación del joven Alejandro Señaris Martell, cerraron bien cubano con el Juramento de Miguel Matamoros a partir del arreglo de Electo Silva.
La agradable sensación de aquel tiempo compartido contrasta con una situación perturbadora: la pérdida de la capacidad de escuchar debido a una sociedad expuesta al ruido, y eso atrofia el aprendizaje y la comunicación verbal e incrementa el riesgo de enfermedades del corazón, la diabetes y la depresión por no relacionar otros daños al metabolismo y al sistema inmune.
El signo de Cuba de vivir en permanente contingencia, donde alcanza prioridad lo imprescindible para el servicio básico de salud y educación, aleja de proyectos para entrenar el oído en atmósferas silenciosas, tan propicios al bienestar físico y mental. Todavía ni soñar con los comedores escolares donde semáforos de ruido miden la presión sonora. Cuando está en rojo, urgente niños y profesores bajan la voz.
Lena Lauzao en diálogo con el periódico Adelante, lamentó el deterioro de las salas emblemáticas del país para la música de cámara. Tampoco es secreto que los espacios disponibles en Camagüey no son los ideales para apreciar lo coral.
Esa razón ha impulsado a llegar a todos los lugares, sin renunciar a los ya seguros en las instituciones culturales, ganados por el Coro con talento y vocación de servicio público desde su fundación el 12 de noviembre de 1961, aunque hay ausencias dolorosas. Se extraña a Marcelo Andrés Luis (1960-2022).
La joven directora holguinera reta con obras complejas, un diapasón de lo antiguo a lo contemporáneo. Merece tener delante a quienes justiprecien el desarrollo colectivo de las técnicas que ha introducido.
En ese sentido, la Iglesia del Carmen, popular por la catacumba abierta y su museo con objetos desde el siglo XVIII, propició a través del concierto una experiencia sensorial encantadora, con escalas para hacer y aupar sentimientos.
Por tanto, toca al Coro Profesional de Camagüey persistir en la diversidad de espacios, con el afán de multiplicar el público por la pertinencia de una estrategia de sensibilidad. Resultan imprescindibles las personas que disfrutan desde el asombro cómo los artistas ensanchan las emociones, acompañan situaciones en el escenario de lo humano al potenciar ese instrumento natural que es la voz.
Por Yanetsy León González/ Adelante
Foto: Leandro Pérez Pérez/ Adelante