Los cuentos de Adolfo Silva
El proyecto de libro “De lo que fue y pudo ser en Santa María del Puerto del Príncipe” es un testimonio de persistencia y, en cierta medida, de pérdidas. Más de 150 cuentos escritos, 50 de ellos arrebatados por el destino, desaparecidos en aquella computadora robada, quedaron en la memoria de quien los escribió y en la frustración de no haber sido reescritos. Pero los que sobrevivieron, los que van llegando a nosotros, bastan para mostrar la esencia de un narrador que combina la precisión del periodista con la audacia del fabulador.
Adolfo Silva, periodista de oficio, cuentista por necesidad y por la urgencia de contar, ha moldeado su estilo con la brevedad implacable de la prensa. Sus textos cortos, con párrafos que martillan, que insisten, que inscriben en el lector una huella indeleble, se niegan a seguir las convenciones clásicas del cuento. La unidad lógica, esa estructura que otros persiguen, en él se disuelve entre la realidad y la ficción, entre la historia documentada y la historia imaginada, y en la capacidad para evocar tiempos de oscurantismo, de persecuciones, de violencia.
Se percibe la brisa huracanada del realismo mágico al estilo de Cien años de soledad, pero también se reconoce la huella de lecturas que marcaron a toda una generación, como la de Adolfo Silva. Una generación de aventureros y exploradores, entre ellos el espeleólogo Roberto Funes, quien antes de partir dejó publicada su novela Confesión sacramental del diablo. En ella, convirtió en personajes a personas reales, como sus colegas Juan Luis Serpa y el propio Silva.
Los cuentos que componen este libro nos transportan a una época enigmática a través de personajes y oficios que evocan un pasado lleno de misterio. Entre ellos destacan El pífano, El huracán, La Endemoniada, El órgano de la muerte del maestro Gonzalo de Silva, El salador, El vendedor de cateyes y cotorras, La primera iglesia, Los peces malditos, El cagüeiro, El hombre que volvió a soñar, El insomne Coutinho, Giuseppe Barbieri, el cuentero; Las tribulaciones del oidor Manso de Contreras, El esclavo José y la fuga inexplicable.
El más largo de sus cuentos es Rancheadores de indios cimarrones. Y en el otro extremo, en el cuento más sublime y hermoso, aquel que escribió con hambre y sin haberse bañado, el protagonista es una caracola. Ahí está todo Silva: la crudeza de las circunstancias y la belleza de lo mínimo.
La taberna del Manco Gutiérrez nació en medio de una necesidad muy personal: resolver el dilema del nombre de su nieto. Thiago Stefan da Silva no solo es un personaje de ficción, es la huella de un momento familiar, la forma en que la literatura se infiltra en la vida.
El autor lo deja claro en su introducción: Este no es un libro de historia ni una tergiversación de ella, sino un libro para el disfrute. Aquí convergen realidad y fantasía en relatos situados entre los siglos XVI y XVII, en la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe y sus alrededores rurales. Algunos hechos han sido trasladados de su época original, pero todos se desarrollan en ese periodo.
Para reconstruir este universo, el autor ha bebido de diversas fuentes, destacando la obra Cultura y costumbres en Puerto Príncipe. Siglos XVI-XVII de la historiadora Amparo Fernández y Galera, publicada por la editorial camagüeyana Ácana. Este libro, basado en documentos originales del Arzobispado de Camagüey, ofrece un retrato minucioso de la vida social, económica y política de la Villa.
Además, aparecen en estas páginas figuras históricas como el genovés Giuseppe Barbieri y María Salomé –dos ancestros del autor–, Juan de Orellana –uno de los fundadores de la Villa–, Vasco Porcallo de Figueroa –el hombre más rico de Cuba en su tiempo–, Silvestre de Balboa, Felipe de la Cruz (el Pífano), los militares Lucas Guerra de Figueroa y Blas de los Santos, el oidor Francisco Manso de Contreras y el sacerdote Juan de Zayas Bazán, dueño del ingenio Atadero.
Silva no es un hombre de medias tintas. Creció entre armas, rodeado de una educación rigurosa que le inculcó la dignidad como estandarte. Su padre lo llevaba en las noches a cazar lechuzas, y su madre, que ensayaba puntería con botellas, fueron parte de un entorno que hoy parecería anacrónico, pero que es clave para entender su carácter y su literatura. No es casualidad que en sus cuentos la historia pese, que los datos sean precisos, que se hable de arcabuces y de barcos como el guairo, encontrados en dos líneas de un libro de historia.
Su abuelo, Adolfo Silva Medrano, dejó una huella imborrable en su formación. Vicepresidente del Senado, delegado en la Liga de las Naciones, veterano de la guerra con un plomo en la pierna. Y su madre, Adolfina Silva Fernández, maestra y poeta publicada. De ellos heredó la conciencia histórica y la sensibilidad para la palabra. Ocho periodistas en su familia desde el siglo XIX, una tradición que él continuó desde el 12 de octubre de 1960, cuando entró a Radio Cadena Agramonte sin saber lo que era un lead.
Pero en los últimos años, escribir se ha vuelto un desafío aún mayor. Aquel hombre que moldeaba las palabras con precisión ha debido enfrentarse a una batalla silenciosa y cruel: un trastorno neurológico que no es Parkinson, pero que le ha robado la estabilidad de sus manos, impidiéndole incluso afeitarse. Cada letra, cada frase, es un acto de resistencia. Y, sin embargo, las historias le brotan como un manantial. Su mente sigue lúcida, inquieta, buscando la forma de no dejarse vencer por un cuerpo que ya no responde como antes.
El libro que hoy presentamos no es solo un compendio de cuentos, es un testimonio de resistencia. No ha sido publicado como se espera de un libro tradicional, sino que existe disperso en espacios del semanario impreso Adelante, específicamente en la página especial La Hendija, y últimamente en el sitio de la Oficina del Historiador de Camagüey. Empezó a escribir los relatos en el año 2010. Completo es un libro que pocos han leído y del que se conoce poco, pero al que aspiramos ver, algún día, cobijado por un sello editorial.
Mientras tanto, no es más que el pretexto perfecto para que dos periodistas como él y yo nos encontremos con nuestros colegas y conversemos sobre las muchas diversiones y aventuras que nos ha dado el ejercicio de investigar, imaginar y escribir.
En su dedicatoria, Silva deja claro que no olvida las piedras en el camino, pero tampoco se deja vencer por ellas. “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, sentencia, como quien sabe que la verdadera derrota es la rendición.
Silva sigue escribiendo, sigue fumando su tabaco en la cachimba, sigue sentado en la mesa del comedor donde su abuelo le enseñó a comer. “De lo que fue y pudo ser en Santa María del Puerto del Príncipe” es un título que resuena con su propia historia: lo que pudo haber sido más, lo que aún puede ser, lo que, en definitiva, es.
(Texto para presentar el libro de Adolfo Silva en la Casa de la Prensa Camagüeyana, como parte de la Feria del Libro, 15 de marzo de 2025, 10am)
Por Yanetsy León González/Adelante