La Teoría del discípulo
Si algo he aprendido es saber reconocer que, lo predecible de la vida es que es impredecible. Nunca, jamás, debemos dar por sentado que algo va a ocurrir, ya sea para bien o para mal.
No obstante, también es cierto que somos los forjadores de nuestros destinos, aunque la suerte o la casualidad sean parte del resultado de nuestras acciones, las cuales, en ocasiones, no suelen tener el resultado propuesto garantizado.
Entonces llegan las contradicciones, los problemas, esa carencia de un mecanismo capaz de encontrar soluciones, al menos en el menor tiempo posible. Es ahí, justo en ese instante, cuando inicia un fenómeno, una incongruencia, una anomalía, una imperfección, en fin, una aberración.
Lo aberrante, por definición, es básicamente todo lo antes expuesto, nuestra mente realiza un ejercicio de búsqueda inquietante para reprimir lo negativo y encontrar todo lo que sea salvable (si existe el término) de nosotros para no repetir los mismos errores que dieron al traste con un final inesperado.
Ahora bien, imagínese que llegue alguien que usted no conoce, y realiza un análisis minucioso de su padecimiento interior y se lo muestra tal y como es en una representación totalmente inesperada e inadvertida, pensará que es algo que no existe, que nunca antes ha visto, incluso me solidarizo con usted y hasta le puedo dar la razón si piensa que está viendo una pintura abstracta común y corriente.
Pero, y si fuera cierto todo lo que ve, que tanto usted como yo estamos conociendo un mundo que siempre ha estado allí y que ni siquiera por asomo creeríamos su existir, incluso en un lugar como el nuestro, al que con frecuencia accedemos a experiencias poco comunes y no menos creíbles.
Es tal vez, reaccionar al hecho que en nosotros hay un mundo inexplorado, al igual que formamos parte de este mundo que aún estamos conociendo.
Reconozco que puede ser perturbador darnos cuenta que somos un punto medio en algo tan inmenso, y si siempre nos hemos preguntado si hay vida más allá de lo terrenal, ahora sería factible preguntarnos si a través y al interior de nuestra terrenidad, existe otro universo.
Le recomiendo que no se apresure en actuar de forma dramática o apresurada, ni se deje llevar por una idea precipitada, tómelo como una radiografía o un electro, donde observará lo que tiene dentro, ya sea en el cuerpo, en la cabeza o en el alma. Trate de entender que es por su bien, que no existe mala intención, todo lo contrario, es conocerse por debajo de lo que muestra o de quien ya es, así de simple, claro, con la única diferencia, que esa persona que dilucidó esa imagen (sórdida y extraña) no es precisamente un doctor ni un curandero, y mucho menos alguien que lee el futuro, es más bien alguien pragmático, que le gusta tener el control de la situación y que no depende para nada del azar, se lo digo porque lo conozco, y sé que quiere conocer meticulosamente la complejidad de estos asuntos que son los suyos, los míos y los de todos.
Si necesita de su ayuda, le aviso que imparte conversatorios los 365 días del año, a cualquier hora, allí, en el interior de los cuerpos, entre el átomo y el infinito donde nadie imaginó llegar, y se lo digo de buena pincelada, perdón, de buena tinta, delante de la serie Aberraciones Sicotrópicas del artista Osvaldo Díaz Moreira.
Por Dairel Arcos Corso /Colaborador, Artista y Especialista del Consejo Provincial de las Artes Plásticas de Camagüey.
Fuente: Adelante Digital