Guiñol de Camagüey, un personaje en conflicto
Que el Guiñol de Camagüey cumpla 61 años es un hecho extraordinario, por tanto, calibrar el peso de sus magnitudes constituye la aspiración de este texto, a partir de situaciones, anhelos, pérdidas del lustro más reciente.
Si tomáramos una paleta con el propósito de representar lo que ha sido este quinquenio para el grupo, y por ende, para el público, predominaría el negro, y como se sabe, el negro en artes plásticas significa ausencia de color. En el mapa de las emociones nos da predisposición al dolor.
Con ese anticipo abro el inventario por septiembre del 2017, cuando la tormenta local severa afectó la sede en la calle Lugareño 152 esquina a San Clemente. Los daños en la cubierta incidieron en la parte de las oficinas y el almacén de los muñecos; y por un corte eléctrico se quemaron casi todas las lámparas.
Prácticamente acababa de reabrir la sala, luego del cierre durante seis meses por reparación. En el caso del techo, solo habían cogido las goteras, aunque urgía la sustitución de las tejas. Todavía calculando el perjuicio del tornado, intentaban evitar males mayores porque el huracán Irma avanzaba a Camagüey.
Con ese Sambenito a cuestas, el 15 de febrero del 2018, el mismo día del aniversario de la agrupación, fallecía Mario Guerrero Zabala. No fue fundador, pero la historia grande de nuestro Guiñol ha sido contada a partir de su llegada en 1968 para dirigir las superproducciones que marcarían la infancia, la juventud y la adultez de varias generaciones de camagüeyanos.
De su ingenio surgió el montaje de importantes piezas, basadas en éxitos de la literatura infantil como Pollito Pito, ganadora de premios de la altura del Festival Nacional de Teatro; El Gato con Botas y El Patito Feo. Ideó puestas para Los Ibeyis y el diablo y El papalote que llegó a la luna. Montó su último espectáculo, Cuentos Blancos, cuentos negros, con el actor Diosmany Fernández.
Mario se había jubilado, pero lo suyo no era quedarse quieto en casa. No importaba la espera desesperante para abordar el ómnibus de la ruta 2 que lo acercaba del reparto Montecarlos al centro de la ciudad. Estaba pegado al grupo con el magnetismo que en la Física se nos enseña a comprender no como misterio sino como fuerza de atracción. Eso nos remarca una respuesta suya en entrevista para Adelante, a propósito de que se le dedicara la Semana de la Cultura en 2017. A la pregunta de cuál era la parte favorita de su labor, contestó: “El resultado, que es el aplauso del niño”.
A los pocos meses de la muerte de Mario, el 10 de mayo del 2018 falleció otra persona entrañable, el actor, dramaturgo y director Oraido Brito. A él se debía ¿Por qué le crecieron las orejas al conejo?, la obra que el Guiñol estrenó en el 2019 como regalo de cumpleaños. Resultó el mayor espectáculo logrado en los últimos años. Bajo la dirección general de Osiel Veliz, el grupo preservaba la tradición de obras grandes y visualmente bellas para la familia.
Sin un líder artístico se pensó que era el fin, por el angustioso proceso de realización, debido además a frenos de producción y a la inestabilidad del elenco, pues de cinco jóvenes que empezaban, enseguida tres se fueron de la ciudad. Al saber de ese peligro, se unieron veteranos como Pedro Valdivia y Mauricio Álvarez, y aspirantes asesorados por Diosmani y por Silvia Avilés; sin embargo no dejaban de correr riesgos con el debut de cinco titiriteros en la obra de Oraido.
Luego, al Guiñol se le vería activo con Juglares de la comarca, espectáculo de teatro de calle apreciado en las plazas de la ciudad de Camagüey, en los municipios de la provincia y en festivales de Matanzas, Sancti Spíritus y Holguín. A la par gestionaba la colaboración de directores artísticos. Así llegó en 2020 Un girasol pequeño, texto de Salvador Lemis adaptado por Kenny Ortigas. Él dirigía por primera vez un grupo profesional, guiado por los directores Freddys Núñez y Mario Junquera, el consejo técnico asesor de Artes Escénicas, el coreógrafo José Antonio Chávez, el actor Grabiel Castillo y el diseñador Mauricio Álvarez.
Por ese tiempo, desde la prensa es posible una relación de proyectos generados principalmente por actores del propio Guiñol. Aidel Pelegrín y Sucel Padilla se atreverían con La calle de los fantasmas, texto del argentino Javier Villafaña, y Manisueltas´clown, escrito por Oraido Brito. Claudia Ramírez trabajaba La princesa de las flores silvestres. Heidy Almarales, directora general durante un año, pensaba La otra calle o niños de azul, y Frontera norte, este último de la escritora francocanadiense Zusanne Leveau; mostró en sesión única El doctor Terribilis. La mayoría quedó como idea, working in progress o tal vez algún día…
De ahí, la pandemia de COVID-19 y sus golpes a la incertidumbre social e inestabilidad emocional por el propio peligro de enfermar y morir, mientras no se sabía nada al respecto. El programa por los 59 años de la agrupación se tradujo a contenido para redes sociales, en particular con la exposición de fotografías, diseños y muñecos, titulada Hilos del tiempo.
El inicio del 2022 amenazaba con ampliar la sarta de calamidades del Guiñol. En la asamblea de balance del Consejo Provincial de Artes Escénicas presentaron de manera oficial al nuevo director general, Grabiel Castillo, un artista ya con un proyecto de narración oral en pleno apogeo como para seguir complicándose la vida, pero asumió, y eso también dice mucho de él y de su generación que atrajo jóvenes y sacó del bache al Guiñol con todo el peso de sus años, y con la gratitud por sus maestros.
En pocos días cuajó un programa por el aniversario 60, pensado con cariño y desarrollado con dignidad. Rindieron homenaje a Nancy Obrador, Mario Guerrero y Zunilda Fabelo. Interactuaron directores, dramaturgos, actrices y funcionarios públicos. Presentaron el working in progress de Juego de Sombras, bajo la dirección de Sissi Delgado y Mauricio Álvarez, quienes devienen escuela para actores. Inauguraron la expo-taller Magia de Figuras, para explorar otras formas de gestión económica valiéndose del patrimonio de la compañía.
Actualmente, Juego de sombras es un espectáculo maduro y el elenco pinta este presente con los colores infinitos de la imaginación, la inteligencia y el afecto. Las próximas funciones corresponden el 18 y el 19 de febrero, a partir de las diez de la mañana en la sede habitual.
Este 15 de febrero, el colectivo celebró los 61 años de la compañía con un fragmento del próximo estreno: El príncipe y el mar. Era el espectáculo que para jóvenes montaba Mario Guerrero con Teatro de Luz. Ha sido adaptada para niños y se le han incorporado figuras para presentarla como colaboración de ambos grupos porque desde hace unos meses el Guiñol es dirigido por Jesús Vidal Rueda, por encargo del Consejo Provincial de las Artes Escénicas.
He omitido de manera intencional en este relato todo lo relacionado con las técnicas, estructuras dramáticas y términos propios de las puestas en escena porque ahora mismo lo medular, en mi opinión, es pintar con todos los colores posibles este presente de esa zona del teatro profesional para la que sigue siendo en la provincia la única opción.
Inevitablemente recuerdo al titiritero Armando Morales una tarde de marzo del 2018, al finalizar su puesta de Chímpete chámpata: “Una maromita, un chiqui chiqui, una cancioncita… eso no es teatro. El teatro es un personaje en conflicto”. Entonces él, y ahora yo, presentimos a Mario Guerrero, como la sensación de un abrazo en el Guiñol de Camagüey, hogar en pie a pesar de los bandazos.
Los niños de la era tecnológica necesitan de los teatristas, porque los teatristas estimulan su imaginación, su inteligencia y su pensamiento desde la dimensión de figuras y muñecos, con guantes y varillas, a través de las sombras… Todavía los niños y los teatristas cultivan mutuamente las virtudes y saben crecer como seres humanos mejores.
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante