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domingo, noviembre 24, 2024

Fermín Francel Figueredo: “Yo vivo la interpretación”

La jornada Frontera Cero, de la Asociación Hermanos Saíz en Camagüey, me presentó a Fermin Francel Figueredo. Con él confirmé mi teoría de que en la masa con que se modela y se cuece un guantanamero no faltan dos ingredientes: ser profundo y ser chévere.

Este actor es el mismo flaco rapero del nuevo video del verano en Cuba. Aspirar a escribir un perfil definitivo de sus magnitudes es tan riesgoso como este intento de retrato que nace de un diálogo brevísimo pero intenso.

Los resultados en su forma de hacer, no de entender, el proceso de investigación resultan claves en él: “La alegría tiene muchas zonas, algunas tristes. Primero habita en mí y trato de expandirla igual desde el teatro”.

Confirmamos ese sentido de la felicidad y el desgarramiento humano en la obra Pan para la Fe, que le surgió por una vivencia en la Cruzada Teatral Guantánamo-Baracoa. Conoció a un hombre hecho a la medida de su entorno bucólico, sin embargo, para su familia no se triunfaba en la vida desde ese lugar.

“Me afectó mucho eso, porque él estaba solo”, entonces Fermin se atrevió a escribir, pero tardó en encontrar al director preciso para el espectáculo que en 2019 le valdría la categoría de actor de primer nivel.

“No, yo no creo en categorías. El primer nivel de pronto pienso que va a ser una cosa que no es. Se queda en otra categoría más. Lo funcional es lo que me interesa desde el arte, desde lo modesto”.

En efecto, es un muchacho modesto pero consciente de su versatilidad; sin embargo, más que actor-bailarín–cuentero-rapero-comediante, como se le lista por ahí, la verdad muy suya es esta: “Soy intérprete. Yo vivo la interpretación”.

Si dispusiéramos de más tiempo, pudiera contar del ají picante que cuelga de una oreja, de su creencia religiosa, de su taquicardia con los formalismos fuera del teatro, pero prefiero compartir detalles de su mundo sonoro, a partir de sus prácticas como estudiante de Contabilidad y Finanzas en una escuela de arte. Sacando cuentas oía el pimpacutuncun-cuncuncuncun y…

“Soy un músico frustrado. Veo el piano como una posibilidad de conversación plena con cualquiera. El piano me gusta mucho en el escape del jazz. También el bajo, la percusión tanto del drum como la directa en el cuero sin baqueta. Hay procesos de la vida que los entiendo musicalmente, si no, no me llegan”, añade.

Por aquello de las matemáticas y la agilidad mental lo puse a prueba con varios acertijos y adivinó: Si me tienes, quieres compartirme. Si me compartes, no me tienes. ¿Qué soy? “Un secreto”.

Nuestra despedida fue un piropo suyo a la ciudad de Camagüey: “Está más cercana a la cultura que muchos otros sitios del país”. Y la invitación a su obra, pero de su noche espectacular hablaremos en otro momento.

Por Yanetsy León González/Adelante

Fotos: Cortesía del entrevistado