Falleció un Ángel de la cerámica
Este viernes falleció en nuestra provincia Ángel Miralles Blanco, uno de los más notables ceramistas nacidos en el territorio, conocido por todos como Bebé. Desde hace unos años, el cáncer y una insoportable artritis carcomían su salud. Pero, ninguna de esas afectaciones le impidieron crear el singular mundo animalista y las escenas cotidianas del Camagüey, que amó con desinterés.
“Una de mis virtudes es que nunca he dejado de trabajar”, siempre aseguraba ese creador, dueño de una obra que no hacía guiños ni al mercado facilista y que no se perdía calidad, aún cuando los padecimientos ya no le permitían la misma agilidad de antaño; aún cuando apenas podía trasladarse con su bastón, la palabra descanso jamás figuró en su vocabulario.
Su casa siempre permanecía abierta a personas e instituciones interesadas en beber de su maravillosa técnica. Era firme su disposición a transmitir las mañas precisas para tratar el barro y conformar una granja de guanajos, burros, gallos, vacas… hasta llegar a la magnífica realización de la anatomía humana. Una verdadera lástima que Bebé partiera a otras dimensiones y las nuevas generaciones de artistas, no transpusieran la entrada del hogar donde pasó sus últimos días.
Entre los sellos que componían sus obras, se encontraba la representación de las estampas costumbristas de los tiempos de la colonia a las épocas más contemporáneas. Desfilaron por su prolijo ingenio desde el aguador hasta el campesino, protagonista de un perico ripia’o. Y en medio de las tradiciones y leyendas que con maestría recreaba, no podía faltarle un ícono identitario del camagüeyano como el tinajón. Ángel, era un hombre de detalles y, a su vez, los detalles lo convirtieron en un ceramista de elevadas proporciones.
Bebé, por la calidad de sus esculturas, recibió el Premio Nacional Por la Obra de la Vida, en el 2011, el galardón Manos, en el 2014 y fue reconocido con el lauro Ciudad 500 durante los festejos por las cinco centurias de la urbe agramontina. Él no era un artista mediático. Pero el fruto de sus manos, fue la clara respuesta a una vida modelando el barro. Y, sin dudas, esa resultó la mejor carta de presentación de su útil existencia.
Por Yang Fernández Madruga/ Adelante
Foto: Orlando Durán Hernández/ Adelante/ Archivo