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viernes, abril 19, 2024

Emilio Ballagas

«La poesía en mí no es un oficio ni un beneficio. Es una disciplina humilde, un hecho humano al que no puedo negarme, porque me llama con la más tierna de las voces, con una inconfundible voz suplicante e imperante a la vez. Como poeta no me siento en modo alguno un ser excepcional y privilegiado».

«No soy más que notario de mis propias emociones (…). Sólo que el poeta que da fe fiel de las emociones de su yo es algo más que un notario, es una aguja magnética que se mueve a la menor alteración, que oscila delicadamente para marcar de la manera más precisa y ajustada los más finos y varios matices del sentimiento».

De esa manera definía Emilio Ballagas Cubeñas, en su breve ensayo La poesía en mí, cuál era su posición dentro de la lírica. Este excelente cultor de los versos, nacido en Camagüey el 7 de noviembre de 1908, en esa misma ciudad cursó la primera y segunda enseñanzas, además de publicar sus poemas iniciales en la revista local Antenas y en la Revista de Avance, ambas de orientación renovadora, cuyos fundadores tenían el propósito de introducir en Cuba las más modernas corrientes del pensamiento y el arte contemporáneos.

Su primer libro de poesía, Júbilo y Fuga vio la luz en 1931, dos años antes de graduarse de Pedagogía por la Universidad de La Habana. Luego del egreso, ocupó una cátedra de Literatura y Gramática en la Escuela Normal para Maestros, de Santa Clara, donde llegó a fungir como director.

Tiempo después, obtuvo una beca del Institute for the Education of the Blind, de Nueva York, donde permaneció hasta 1947. Durante su estancia en los Estados Unidos aprendió el sistema Braille y entabló amistad con el poeta norteamericano Fred K. Tarrant, a quien dedicó su única obra concebida en lengua inglesa: Stanzas on a Llily.

El volumen Cielos en rehenes, inédito hasta un año después de su muerte, recibió el Premio Nacional de Poesía en 1951. Dos años más tarde, sus Décimas por el júbilo martiano en el Centenario del Apóstol José Martí son premiadas y editadas por la comisión organizadora de los actos y ediciones del Centenario y del Monumento de Martí.

Dentro de su prolífero quehacer sobresale la colaboración con las más importantes revistas literarias de Cuba y Latinoamérica, como son Orígenes, Revista Cubana, Cuadernos Americanos, Clavileño, entre otros. También realizó traducciones de escritores ingleses y franceses, además de compilar dos antologías de la poesía negra en el continente, publicadas en Madrid (1935) y Buenos Aires (1946).

Otro de sus aciertos radicó en las conferencias que dictara sobre el futurismo, la poesía afroamericana, la obra del poeta hindú Rabindranath Tagore, el renacentista francés Ronsard y el inglés Gerard Manley los cuales, según la crítica especializada, constituyen un notable conjunto de ensayos desde donde puede apreciarse la originalidad valorativa de su autor y su calidad de prosista.

De acuerdo con los especialistas, los poemas Elegía sin nombre y Nocturno representan uno de los más perdurables aportes a la poesía cubana durante el siglo XX.

«La obra de Emilio Ballagas resume a su modo, en el microcosmo de su peculiar experiencia humana, el proceso de nuestra poesía desde los orígenes a Martí (…) Su acento, además, blando e inasible, diríase demasiado exangüe para acuñar un estilo original. Y sin embargo lo tuvo en alto grado. Él es el misterioso poeta débil de su generación; el que se funda en lo imponderable de la voz; el que, cediendo siempre, emerge al cabo indefenso, pero intacto y distinto, con su silenciosa palabra soplada», expresó el escritor cubano Cintio Vitier.

El bardo camagüeyano murió el 11 de septiembre de 1954 en La Habana. En la opinión de la poetisa Dulce María Loynaz, «jamás poeta tan genuinamente aristocrático por naturaleza, gozó de tal arraigo democrático; jamás poesía tan etérea pudo hacerse eco de todas las voces, hueco en todas las almas».

Artículo: Emilio Ballagas: notario de sus propias emociones, Autor: Yudith Madrazo Sosa / Periódico 5 de Septiembre, Cienfuegos