Emilio Wong en China como “un cordón de zapato”
Emilio Wong, un artista cubano y profesor de artes plásticas, es conocido por su herencia china y su contribución a la comunidad de descendientes en Camagüey. Próximamente, expondrá en Shanghái y en Hangzhou, la ciudad donde colabora para la apertura de un centro cultural.
En el mensaje de bienvenida, el Consulado de Cuba en Shanghái relaciona su estancia en China con la creación de un Centro Cultural Cubano en Hangzhou, Zhejiang, asociado al proyecto del Parque para las Inversiones y el Comercio con América Latina y el Caribe (PICLA).
En conversación con Adelante Digital, Emilio Wong habla sobre cómo su identidad cultural ha influido en su vida y obra, su papel en la comunidad china en Cuba, y este viaje que marca un hito en su carrera artística y personal.
—Ser descendiente de chinos en Cuba, ¿cómo ha influido esa marca cultural en ti?
—Ser descendiente chino en Cuba marca diferencias. Desde que naces, tu nombre y tus apellidos desaparecen porque, por tu apariencia física, empiezan a llamarte “El Chino”. Desde el apodo hasta los principios y valores inculcados, como la disciplina, el compromiso y la laboriosidad, todo ha influido en mi arte, mi trabajo y mi vida personal.
—Eres un líder de la comunidad de descendientes en Camagüey. ¿Cómo es la comunidad y cuánto de la tradición heredada mantienen de manera natural y no como algo forzado?
—Me considero un apasionado y defensor de mi comunidad, no un líder. La comunidad china en Camagüey es laboriosa y comprometida. Recordemos el ejemplo de los mambises cuando Ignacio Agramonte daba una tarea: quienes tenían disponibilidad, compromiso y entrega eran los chinos. Eso está en nuestro ADN. Estamos trabajando en proyectos como PICLA para fomentar el desarrollo en la provincia, apoyándonos en nuestros valores culturales. PICLA se ha acercado a Cuba y una de las provincias seleccionadas es Camagüey. Mi misión es propiciar el intercambio cultural. Me siento ahora mismo como un cordón de zapato que amarra un puente de verdad.
—Imagino que es tu primera vez en China. ¿Qué te ha impactado más entre lo que te contaban tus abuelos y lo que encuentras?
—Mi primera vez en China ha sido impactante. Ver la tecnología avanzada y la disciplina en todos lados es abrumador. Aunque mis ancestros hablaban de una China pobre, hoy veo un país próspero. Me siento como si hubiera vuelto a casa, con una conexión espiritual a través de mi herencia. Es genial ver a los niños dedicados al estudio y a los trabajadores ocupados en sus tareas sin perder el tiempo. Mis abuelos y mi padre, que venían de Hong Kong, hablaban de la pobreza del campesino. Ahora siento que regreso con el espíritu de mi abuelo. Me da ganas de ir a Cuba a contar cómo es China y cómo podemos progresar y ser mejores.
—Es una oportunidad hermosa participar en esa gestación de un centro cultural. ¿Con cuáles expectativas llegas y qué identificas como tu meta principal?
—Es una gran responsabilidad representar el arte cubano. El centro cultural abarcará todas las artes, no solo la plástica. Queremos crear un puente cultural entre Cuba y China, empezando con el proyecto “Cubaneo” en Hangzhou. Nuestro objetivo es llevar un pedazo de Cuba a China y facilitar el intercambio cultural, asegurando que nuestro arte se reconozca y valore aquí.
—Eres un descendiente chino pero un artista cubano con formación académica occidental. ¿Cómo suples esa ausencia en planes de estudio que omiten el arte asiático?
—No soy el único descendiente chino. Wifredo Lam también lo era. De Camagüey tenemos el ejemplo de Flora Fong e Ileana Sánchez Hing. El ADN chino tiene una cualidad por la estética y la belleza que responden a las artes visuales. Llego a una gran nación artística. Me formé en escuelas de arte con grandes maestros a quienes agradezco mucho, aunque provinieran de la academia rusa de Kiev, me dieron herramientas artísticas, maneras de hacer, me abrieron horizontes de la visualidad. Esa formación se complementó con los valores inculcados en casa, como el compromiso, la disciplina y la entrega.
—Más allá de lo que personas como yo, sin una herencia como la tuya, podamos identificar de lo chino en ti y en tu obra, ¿cómo lo proyectas tú?
—Cuando veo una película me concentro tanto que ni oigo a las personas hablar. Al trabajar, a veces me olvido de almorzar. Aquí confirmo que esa información biológica está activada en mí. Trabajo con el zodiaco chino, los animales. El caballo es muy importante para mí porque mi abuelo era caballo en el zodiaco chino. En mis cuadros hay anécdotas, historias y leyendas basadas en la cultura china, mezcladas con elementos cubanos.
—Desde la cosmología china, este es el Año del Dragón, ideal para nuevas metas. ¿Qué lectura haces de todo lo que ahora mismo experimentas?
—El Año del Dragón me ha demostrado un despertar. PICLA se ha convertido en una escuela para aprender a solucionar problemas. Debemos abrir los caminos y puertas del entendimiento humano para desarrollarnos. Eso quiero decir en mi obra: aprender de quienes han logrado mucho en poco tiempo. Mi obra representa la emigración, las causas, la historia y la influencia de la descendencia china en nosotros.
—Algo más que me quieras contar del viaje, curiosidades que son de interés público.
—Anécdotas de un viaje siempre hay, pero esta me parece genial. Salí de Camagüey un viernes y llegué a China un martes. Fue una experiencia única y muy larga. El avión en Varadero se atrasó, llegué a Moscú con solo una hora para abordar el siguiente vuelo. Afortunadamente, una señora me ayudó y aquí estoy. Me ha sanado la entrada al aeropuerto de Shanghái. Me ha sanado la estancia con buenos amigos y aprendiendo todos los días de la entrega, la disciplina y el trabajo. Ojalá que nuestro país le abra las puertas a esta gran nación para desarrollarnos.
Por Yanetsy León González/ Adelante
Foto: Emilio Wong