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jueves, noviembre 21, 2024

El San Juan hoy

De la misma forma en que la pelota, los partes meteorológicos y la temporada de mangos tienen sus seguidores, el San Juan camagüeyano cuenta con su cofradía de entusiastas adeptos que cada año bien saben disfrutar de la fiesta más popular de la ciudad de Camagüey.

En años de sanjuanerías he conocido a tantos y tantos herederos de este patrimonio que dispersos en familias hacia los cuatro puntos cardinales su presencia hace historia en nuestras comunidades.

Por ahí andan los recuerdos de la plaza del Cristo, los de la barriada de Los Anoncillos, por San Lorenzo y Desengaño, Guasimini allá por San Clemente, los de Los Indios de Las Cinco Esquinas, hacia San Rafael y Ángel, los del Pozo de Gracia en el entorno de la plaza del Carmen y de todas aquellas plazoletas como Templador, Juan Candelario, Triana y Santa Ana, calles y esquinas donde nunca ha faltado el repique y la presencia de sanjuaneros mayores como Fila, Papito y el increíble Quintín, Molleja, Pancho Cabulla, Candelario de las Corcovadas y la familia Escocia.

La historia nos demuestra que a pesar de adversidades a lo largo de medio milenio en nuestra urbe hemos tenido de todo y nos ha faltado de mucho. Sin embargo, tres emblemas protegen la identidad del camagüeyano: su historia, los tinajones y, por supuesto, el San Juan, imbricados todos en una cultura que es piedra angular sobre la que se levanta la ciudad, elementos sin los cuales nadie podría reconocer la marca lugareña que caracteriza la región de la villa ribereña del Tínima y el Hatibonico.

Se distancian tanto en el almanaque las crónicas que dan por ciertos los orígenes de estos festejos que más de 500 años después no todos los historiadores se ponen de acuerdo para garantizar sus motivos e inicios. Mas, no es propósito de la presente crónica incursionar en esa no esclarecida página.

Por supuesto que a lo largo del tiempo ráfagas de historia han sumado o transformado elementos y costumbres en el curso de las épocas, con las características de la sociedad y la economía de cada momento. Por ello ni en las más crudas situaciones, como cuando el gobierno colonial intentó prohibirlo, el San Juan pudo ser eliminado y los festejos salieron a la calle al impulso de los aficionados a la rumbantela de un jolgorio hecho a la medida y manera de la ciudad y de su gente.

Así que hemos tenido carrozas y comparsas, estrellas, luceros, ollas ajiaqueras, bandos, congas, charangas, carreras de caballos, disfraces, calles engalanadas, guerritas de almagre, ensabanados y monos viejos, tertulias familiares, entierros de San Pedro, fiestas de sociedad y de calles, cabaré y cazas del berraco. ¿Cuántas cosas me pueden faltar en este recuento? Imagino que muchas, algunas olvidadas para siempre, otras transformadas, e incluso varias en despunte. Es precisamente esa dinámica la que hace inamovible la tradición sanjuanera de hecho y por derecho de los camagüeyanos.

Ahora mismo, en medio de avatares y vendavales, desde abril, encabezados por los niños y sin que mediara convocatoria oficial alguna, empezaron a sonar en los barrios porrones y tambores anunciando que se acercaba el San Juan, un evento sociocultural que, aun con detractores como cualquier asunto humano, atesora fieles que ni antes ni ahora renuncian a mantener viva la memoria y la presencia de ese patrimonio de nuestra cultura popular.

Por Eduardo Labrada Rodríguez / Adelante

Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante/Archivo