El libro de los útiles
A pesar de la inflación en Cuba, de lo caro de servir algo en la mesa, que las personas compren libros y garanticen el sobrecumplimiento del plan de ventas dice mucho y bueno de una gestión institucional.
El magnífico ejemplo con méritos al esfuerzo es el Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL) de Camagüey, encargado hoy en colectivo y con invitados de rendir cuentas en un ejercicio de profundo autoexamen.
Osmany Brito, especialista del departamento comercial, dio el dato halagüeño pues sin aún disponer del cierre total del año, por el corte hecho hace dos días, ya han ingresado 1 880 000 pesos del compromiso de 1 100 000 pesos.
Toda esa estrategia forma parte del enfoque de los trabajadores en función de los objetivos, del acierto en la búsqueda de alternativas de producción para contribuir a la eficiencia y al aseguramiento local del profuso universo literario.
Mientras el atraso de insumos enviados por el Instituto Cubano del Libro frenaba parte del proceso de la Editorial Ácana, el CPLL aplicó variantes a través de su departamento de creación.
A falta de hojas tomó las cartulinas disponibles para conformar minilibros, juegos didácticos, almanaques, tarjetas para colorear y recetas de cocina del acervo familiar de la pintora Ileana Sánchez Hing que volaron como pan caliente.
El embellecimiento de librerías, su complemento con cafés, la atención a los autores, el aumento del pago a su servicio intelectual, y el ensanchamiento del programa cultural en espacios físicos y virtuales motivan a la alabanza.
“No hacemos más que lo que nos corresponde”, dijo con modestia Yunielkis Naranjo Guerra, el director del CPLL que es un líder con metas tan grandes como la de conquistar la condición de Ciudad Literaria de la Unesco para Camagüey.
Por esa aspiración se articula cada acción en el ámbito de lo constructivo y en la dimensión de la espiritualidad estimulada a través de jornadas, eventos y proyectos de fomento a la lectura y a la creación en los municipios.
Y mientras queda la inconformidad por asuntos pendientes como el señalado por el escritor Alejandro González de una sede para la Casa de la Décima y el punto cubano, desde la dirección piensan cómo superar los problemas anunciados.
La industria cubana del libro ha sido protegida desde un programa de subvención estatal, porque nació de la generosa política cultural de la Revolución, dispuesta para ofrecer al pueblo el caudal de publicaciones desde el estímulo a la lectura.
Sin embargo, comentó Naranjo Guerra, por el reordenamiento económico del país un libro en el 2022 podrá costar 200 pesos y 300 pesos; y hasta ahora, solo se prevé proteger del alza la literatura infantil, la juvenil y de apoyo a Educación.
Este camagüeyano, donante voluntario de sangre a quien siguen por su ejemplo, vuelve a empeñar la palabra: “Estamos proyectados para que nuestros libros no pasen de los 35 pesos, para que al pueblo llegue este alimento del alma”.
El 2021 también es el año en que el CPLL decidió nombrarse Enrique José Varona (1849-1933), un pensador, político, escritor y pedagogo nacido en esta ciudad que criticó las segregaciones de jóvenes y viejos, porque lo importante es concentrarse en ser útiles. Por ese camino anda el CPLL.
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: Ihordan Torres Hernández/AHS