Portal Cultural de Camagüey

lunes, marzo 31, 2025

El arte de la sororidad

Sororidad. Una palabra que resuena, pero que aún nos cuesta asimilar en su dimensión completa. No entraña solo la hermandad entre mujeres; es el pacto silencioso y a la vez estridente de sostenernos unas a otras, de reconocernos en nuestras batallas, en nuestras conquistas, en nuestras heridas. Ser mujer es, en sí mismo, un desafío; y ser mujer artista, un territorio aún más arduo de reclamar.

Hoy ha llovido mensajes con postales de rosas, todo un arreglo floral que se repite como un bucle cada ocho de marzo. Pero nosotras sabíamos que también era posible ver otras imágenes, no solo rosas generadas por alguna inteligencia artificial, sino las que imaginan, transforman y comparten las mujeres del arte. Por eso, este sábado mi hija y yo fuimos a la Galería Alejo Carpentier. Hacía calor, el aire denso anunciaba la llegada inminente de la tarde. Dentro nos esperaba un diálogo entre obras y creadoras, entre pasado y presente, entre individualidad y comunidad.

Si decides comenzar la travesía por la derecha, lo primero que encuentras es una colografía hecha con tinta sobre cartulina de Martha Jiménez Pérez, titulada “Quién le teme a quién”. Se trata de una figura alargada, distinta a las mujeres voluminosas de otras de sus series; en esta, los cabellos se extienden en horizontal, un velo cubre parte del rostro y, sobre la cabeza, tres tigres caminan en fila. Una imagen inquietante, que evoca tanto la fuerza como la vulnerabilidad. ¿Quién teme a quién? ¿De qué amenazas hablamos cuando pensamos en ser mujer en el mundo del arte?

En la siguiente pared, dos cuadros de gran formato de Ileana Sánchez Hing, de la serie “Todos somos iguales”, denuncian la violencia. En uno, dos manos de hombre se cierran como un tapabocas; en el otro, una escena sugiere sometimiento sexual. Ambos no permiten la indiferencia: nos interpelan, nos obligan a enfrentar verdades incómodas.

En la tercera pared, la que recibe a quien llega, cuelga la hermosa pintura “Dos aguas” de Aziyadé Ruiz Vallejo, una representación de su particular universo. Y, también en la sala central, como en un espacio de culto, la presencia de Flora Fong con cuadros de tejados, iglesias y palmeras en movimiento, agrupados bajo el título “Noche camagüeyana”. Cerca, Maydelina Pérez Lezcano exhibe un cuadro y dos platos decorados con motivos bíblicos y seres con alas, y nos recuerda el peso de la tradición y las interpretaciones de lo sagrado.

Siguiendo la ruta, en la sala de la izquierda, la mirada choca con “No hay primavera en el horizonte”, una instalación de Ester Licor compuesta por piezas con forma de golondrina, superpuestas y ubicadas en distintas direcciones. En la misma sala, las cerámicas de Ingrid Carrasco Ramírez llaman la atención: hermosas cafeteras con una combinación de arcilla al natural y esmalte en ciertas zonas. Entre Ingrid y Ester se encuentra una instalación sin título de Laura Expósito, conformada por una plancha de hierro viejo que, tras cortes de mecha y soldadura, adquieren nueva presencia en la exposición.

Otra instalación destaca en la segunda sala: “Smile face” de Aida Serantes, un retrato de mujer realizado con materiales diversos, entre los que priman los botones. Como cierre redondo de la narrativa del espacio, “El camino del Otorongo” de Jenny Hernández Carbó captura el misticismo con su técnica mixta sobre papel craft, tinta, acrílico, carboncillo y pastel seco. Espirales, simbología de lo supremo, el árbol invertido con raíces hacia arriba y follaje en lo profundo, componen su visión espiritual.

En la siguiente sala, dos grabados en punta seca de Ketty Pacheco, “Inestabilidad estática” y “Expiación de la realidad”, de la serie “La simpleza del caos”, conviven con un primer ejercicio de dibujo de Ester Licor titulado “El hombre”, una bella representación de la anatomía con tinta sobre cartulina. Cercana, su maestra Katisleivys Sedeño exhibe una pintura de la serie “Puntos en el espacio”, un estudio de la forma basado en los juegos con las líneas y la espiral con una figuración exquisita desde el diseño.

Más adelante, madre e hija comparten un sitio: Isabel de las Mercedes, popular artista naif de Camagüey, y su hija Alejandrina Silvera Guerra, ambas con obras sobre cartulina. En el centro de la sala, otra pieza de Ingrid trabajada con la técnica de rakú negro se hace notar.

La última sección, antes de regresar a la sala principal, reúne a Yolanda Ulloa, célebre por su representación de la ciudad; la joven Leidy Laura Fernández; Teresa de Jesús Reyes con “Mis gallos no pelean” y “Tarde camagüeyana”; y Karina González con su conjunto de la serie “En mi jardín”. Karina, además, acaba de asumir la dirección de la galería.

“Vigías perennes” pone a dialogar las obras de 18 artistas camagüeyanas. Varias pudieron asistir a la apertura. Otras viven lejos de Camagüey, dentro y fuera de Cuba. Algunas han muerto.

No es la primera vez que se reúnen mujeres en una muestra, pero cada vez que ocurre es motivo de fiesta, por todo lo que ellas son y representan a través de su arte. En las palabras al catálogo, la doctora María A. Borroto Trujillo elogia este tipo de proyectos: “(…) no dejo de reconocer la utilidad de muestras como esta que, por su amplitud, permiten establecer una suerte de mapa y nos ponen delante la evidencia de cuán difícil sería definir un arte femenino o lo femenino en el arte”.

Durante la apertura, el dúo lírico Dalmau, acompañado por una pianista, interpretó dos piezas, para aportar una voz operística al evento. Al finalizar, en el patio esperaba la solista Liudmila Pardillo Pagan, cuya interpretación tiene alma de bolero. En esa descarga seguían las artistas con sus amistades y familiares. La solidaridad entre mujeres es admirable siempre. El ambiente de complicidad, las risas, las fotos…

En algún momento, mientras conversaba con una pareja de amigos, mi hija siguió recorriendo la muestra por su cuenta. No la veía hasta que reapareció con una risita traviesa y la expresión de “me perdí”. Cosas de niños, de exploradores de mundos. Salimos con la sensación de haber sido testigos de la vigilia constante de las creadoras, la reafirmación de su arte, su espacio y su sororidad inquebrantable.

Por Yanetsy León González/

Foto: Tomadas de Ileana Sánchez en Facebook