Denia García Ronda con Guillén múltiple
Como una diosa del tiempo, Denia García Ronda ofreció una clase de rigor al asumir el rol de moderadora en su primer asomo en el programa del XIII Coloquio y Festival Nicolás Guillén, en el Centro de Convenciones Santa Cecilia, de esta ciudad.
En otros momentos dictó una conferencia acerca del Poeta Nacional de Cuba y presentó Epigramas y otras provocaciones, selección que hizo de epigramas aparecidos en La rueda dentada y poemas breves, sugerentes, agudos e ingeniosos encontrados en otros libros de Nicolás Guillén.
Verla con 83 años de edad, por todo lo que representa como autoridad académica y mujer de cultura, me hace pensar en otros espacios que ponen a prueba la capacidad de síntesis para comunicar. En Camagüey deja una lección: la seguridad en uno mismo trasciende cualquier límite de tiempo.
Llenan de tensión los ejercicios contrarreloj entre expertos que a veces miran más los diseños que los aportes de investigación. He notado obsesión por las nomenclaturas y construcciones que funcionan como claves del lenguaje de la razón, sin embargo, en estos ambientes también es vital la palabra que emocione.
Ella se ha preocupado por emocionar desde las tempranas edades. La prueba más rotunda son sus textos en los libros escolares en que los niños cubanos han aprendido a leer e interpretar. También se ha ocupado de divulgar con altura académica y con afecto la vasta obra del camagüeyano Nicolás Guillén.
“El regalo ha sido para mí porque me encanta venir a Camagüey, hacía años que no venía, pandemia mediante y me he sentido muy bien. El hecho de que celebremos los 120 años de Guillén en su ciudad natal para nosotros que nos acercamos a su vida y su obra pues qué mejor que eso. Los camagüeyanos en la organización del evento aquí han trabajado muy bien. Estamos muy satisfechos, sabemos el esfuerzo, especialmente de Yoandra Santana. Este evento ha sido exitoso. Le damos las gracias”, declaró a Adelante.
─Los espacios de la Fundación Nicolás Guillén y del propio Coloquio demuestran que la obra guilleniana es inagotable…
─Claro. Hay un fondo que nos ha permitido trabajar, y sobre todo enseñarle a las nuevas generaciones la riqueza de la obra guilleniana, no solamente el Guillén de Motivos de son y de Sóngoro cosongo, sino el abanico de formas, de temas incluso hasta de estilos dentro de su estilo personal, que lo mismo trabaja esa línea sonera que poemas de amor, políticos, a la naturaleza.
“Estoy preparando un libro del Guillén ecológico, porque tiene una cantidad de poemas sobre la naturaleza, el cuidado de los bosques, los árboles, los animales extraordinario. Nos ha permitido enseñar ese Guillén múltiple, y no solo el que es universalmente conocido”.
─Usted ha buscado maneras creativas para seguir compartiendo esa obra. ¿Qué se propuso con Epigramas y otras provocaciones?
─Guillén es un humorista. Digo es con todo el sentido porque está su obra que lo dice. Se nos ocurrió dar esa faceta. Los epigramas o poemas alrededor de lo epigramático están desde mucho antes. Guillén tuvo un período transicional antes de Motivos de son, que entra en lo que yo he llamado ruptura vanguardista y Ángel Augier llama período de transición. Estoy hablando de cuando llegó a La Habana, de 1926, y ya hay epigramas y poemas humorísticos en términos generales.
“Dentro de ese propósito de enseñar lo variado de la obra de Guillén está justamente el humor, y qué mejor que poner los epigramas, incluidos por él en La rueda dentada. Además buscamos en otro poemario textos que tocan el humor o por lo menos esa línea desenfadada, en definitiva cercana al humorismo”.
─Y no puedo dejar que se vaya sin una anécdota, para aportar a ese perfil más amplio desde lo íntimo, desde lo personal.
─ Yo no tuve una relación muy cercana con Guillén, lo conocí sobre todo en su última etapa en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), pero te puedo decir alguna anécdota referida. Nancy Morejón me contaba que algunas veces que pasaba cerca del despacho de Guillén, oía unas carcajadas hasta que averiguó que se reunía allí con Eliseo Diego. Cualquiera piensa que Eliseo era una persona muy seria. Se estaban tirando chistes, se reían de lo humano y lo divino, y hacían competencias a ver quién se acordaba de poemas del siglo de oro español, hacían parodias; o sea, la personalidad de Guillén como asombrosamente la de Eliseo Diego era así.
“Como dije en la presentación del libro, hay epigramas que no se pueden publicar por lo menos por ahora, porque son bromas que le hacía a los amigos, pero claro, al pasar tanto tiempo esas bromas pueden parecer otra cosa. Es como los epitafios que después se hicieron de Roberto Fernández Retamar, de Lezama Lima… en tono de broma respetuosa.
“Guillén hacía eso para los cumpleaños de los amigos, de los escritores, de los artistas. Algunas veces no eran epigramas, pero sí décimas. Tiene uno de un almuerzo-homenaje que le hicieron a un gran poeta cubano y todo era muy elogioso, como en cuatro o cinco décimas, y al final en la última décima puso:
Por final, una advertencia
o si quieren, un aviso
que me veo en el compromiso
de hacer llegar a esta audiencia.
Y es a saber: la decencia,
lo cordial de la acogida,
lo bueno de la comida
y esta mesa atiborrada,
no se pagan a la entrada:
pagamos a la salida.
“Aquel elogio termina con un chiste. Esa era la personalidad de Guillén. Cuando él dice: Digo que no soy un hombre puro se refiere también a eso. Él no es solamente el gran poeta, el Poeta Nacional Cubano, es también la persona jovial, humorista, simpática que fue verdaderamente Nicolás Guillén”.
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante