Daya Aceituno en Camagüey: ¡Ay qué alboroto!
Daya Aceituno dirige la Banda de Conciertos de Boyeros, pero antes curó su afección de asma al hacerse bombardinista. Llega por primera vez a Camagüey bajo de batuta de Osvaldo Doimeadiós por formar parte de la comunidad creativa Nave Oficio de Isla. La sorpresa ha sido mutua. De ella al mirar con curiosidad y afecto la ciudad y su gente, y de los habitantes agradecidos por la manera musical de alborotar espacios de la urbe.
Como salirse de los esquemas se le da bien, además de cumplir el compromiso de actuar en las obras Oficio de Isla y Luz, con su agrupación habanera ha salido a caminar y ofrecer buenas vibras lo mismo al visitar la casa natal de Ignacio Agramonte, que para compartir en el conservatorio José White, interesarse por la retreta dominical de los colegas de aquí, armar revuelo en la plazuela del teatro Principal, antes o después del espectáculo sinfónico de Kike Quiñónes; y hasta parar el tráfico en la calle Cisneros al terminar las funciones de la Nave.
─¿Qué recibes de ese romper el hielo con Camagüey?
─Me encantó, pero te soy sincera, para el público fue un choque demasiado fuerte. Lo vi asustado, casi sin moverse, todo el tiempo mirándonos. Luego se unió y cantó. Noté un público conocedor y ávido de oír buena música.
“Tiene referencias de nosotros. La televisión ayuda a esa visibilidad. Hemos tenido la suerte de mostrarnos en videos clip, en programas como Lucas y Cuerda Viva, ganamos un premio. Una señora me llamó por mi nombre y apellido correctos, y contó que veía Lucas por nosotros. Me dio una alegría enorme”.
─Aquí hay bandas centenarias. Tradicionalmente han sido quietas en la proyección escénica, incluso cuando tocan caminando…
─ Impresiona nuestra manera de tocar y bailar. Nos ha pasado en Villa Clara y Matanzas, incluso en Holanda el año pasado en un festival internacional de bandas, aunque allá hagan performances montados en bicicleta.
─¿Cuál es tu concepto de banda?
─Por tradición las bandas son de nuestros abuelos y estuvieron casi perdidas en un momento en la historia de Cuba. Por lo general, se asocian a músicos con guayaberas blancas en sillas detrás del atril con papeles amarillos raídos. Nosotros somos todo lo contrario. Somos ese rompimiento.
“Hace diez años empecé al frente de la Banda de Boyeros. Noté jóvenes sin motivación y me propuse cambiar eso. Quería buscar lo que me diferenciara, me hiciera única, especial. Aspiro a la identificación con nuestro trabajo de la nueva generación de niños y de jóvenes. Se puede bailar, gozar, disfrutar, brincar y pasar un buen rato con una banda. Humildemente, lo estamos logrando”.
─Además de la experiencia con Doimeadiós, ¿qué otras pruebas te permiten defender que no hay límites para una banda?
─Hemos acompañado cantantes en el Festival de Boleros, a bailarines de danza contemporánea y bailes populares. Nos subimos a una carroza del carnaval de La Habana. Hemos trabajado con plásticos, escultores. Nunca habíamos estado tan cerca del teatro, entonces, que la banda acompañe ha sido engrandecedor.
─En la Nave son dirigidos como actores. ¿Qué han asumido de las lecciones del teatro?
─Aprendimos a siempre mirar al público, buscarlo, ser más atrevidos, a no tener miedo a enfrentarte al público. Saber cuándo tienes que ser más coloquial, cuándo más desenfadado. No solo hacemos baile con música, es baile con teatralidad, un poco de actuación y música. Al mezclar las disciplinas, el teatro nos encamina a un mejor resultado, nos da herramientas para ser una propuesta audiovisual en una época en que la gente quiere oír y quiere ver, de ahí lo importante de esa proyección escénica desenfadada y a veces hasta arrolladora.
─Un grupo depende de un guía. Evidentemente, eres líder. ¿Cuál es la clave de la conexión de tus compañeros con tu “locura”?
─Es difícil. Tengo recién graduados, de 18 y 19 años de edad; muchachos de mi edad e incluso mayores que yo. No es fácil unificar esos pensamientos para trabajar en un mismo sentido, con disciplina y respeto, pero mis músicos me siguen y saben ayudar, aquí, por ejemplo, no trajimos utilero, cargamos los instrumentos de un lado a otro.
─¿De niña te diagnosticaron hiperactiva? ¿Qué tiempo al día logras disminuir la velocidad?
─Si supieras que soy un poco solitaria, antítesis de lo que muestro. En mi casa soy callada, me gusta estar tranquila, incluso estar sola, pasar tiempo conmigo misma. Cuando llego al trabajo soy todo lo contrario, estoy rodeada de personas, de bulla, de relajo, además soy yo la que propicia el relajo. He logrado una familia.
Por Yanetsy León González/ Adelante
Foto: Cortesía de la entrevistada