Cementerio General de Camagüey
El origen del Cementerio General de Camagüey está muy ligado a la Parroquia del Cristo del Buen Viaje, aunque popularmente se le conoce sólo como la Iglesia del Cristo.
El Cementerio General de Camagüey, el más antiguo en funcionamiento en Cuba, fue fundado el 3 de mayo de 1814, en lo que entonces se consideraba la periferia de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe; y hoy forma parte de una ciudad, Monumento Nacional y Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La Master en Conservación y Rehabilitación del Patrimonio Construido, Arquitecta Adela García Yero, ha dedicado parte de su obra a la investigación histórica del Cementerio General de Camagüey.
«Como caso particular, no posee declaratoria de Monumento Nacional, y eso, por supuesto, repercute negativamente en la conservación, pues en el enfrentamiento cementerio-ciudad, siempre hay otras prioridades que lo relegan a un segundo plano de un largo alcance; pero, valores tiene muchos, incluso algunos que lo distinguen entre el resto de los cementerios patrimoniales de Cuba».
Su origen está muy ligado a la Parroquia del Cristo del Buen Viaje, aunque popularmente se le conoce sólo como la Iglesia del Cristo, erigida en el año de 1792, como auxiliar de la Parroquial Mayor de la Soledad.
En el siglo XVIII, y antes también, los enterramientos se realizaban en el interior de las iglesias o en lugares aledaños a esos templos; razón por la que en 1790, comienzan las gestiones para la construcción de un Cementerio Público en Puerto Príncipe; empeño que no se logra en esa época.
En 1805 el asunto es retomado, y llevado al Cabildo Capitular, que, finalmente el 15 de septiembre de 1812 define el proyecto del Cementerio de la Villa, luego de un dilatado proceso de aprobación y construcción que duró 24 años.
Las gestiones para la creación de la necrópolis se inician en 1790, cuando el Síndico Procurador General, José de Villavicencio Varona, eleva la solicitud al Ayuntamiento y al Cabildo «para evitar las pestes y otros inconvenientes que resultan de que se hagan enterramientos de los difuntos en las iglesias…»
En la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, los enterramientos se realizaban en la iglesia de La Merced, que aún conserva sus catacumbas, en la Parroquial Mayor, en el Convento de San Juan de Dios, en las iglesias de La Soledad y la Santa Ana, y en muchos otros lugares.
El 19 de abril de 1803 se retoman las gestiones, esta vez por parte del Alcalde ordinario Don Diego del Castillo: » … es preciso activar los trabajos para la solución del camposanto de la ciudad, teniendo en cuenta la limpieza de las iglesias, y además, las normas de la decencia y el cumplimiento de las Reales Cédulas», y aunque parece que avanzan los trámites, el proceso se detiene otra vez, hasta mayo de 1811, y dos años después se inicia la construcción.
Así fue bendecido y abierto al público el 3 de mayo de 1814; y desde entonces lo acompañan las leyendas.
De los inicios
Según la tradición, el primer enterramiento fue el del propio Alcalde Don Diego del Castillo, el 13 de diciembre de 1813, aún sin estar abierto; pero cuando comenzó a prestar servicios, el primer suceso que recuerda su historia fue el enterramiento del moreno libre Sebastián de la Cruz, el día 4 de mayo de 1814, en el que ofició como capellán Don Francisco de Zayas, perteneciente al hospital de San Juan de Dios.
El Cementerio General de Camagüey, surgió, prácticamente, en el patio de una iglesia, y las tumbas más antiguas, las del primer tramo, corresponden a la tipología de panteones adosados a paredes, lo mismo a las de la iglesia, como las que marcan el límite de los terrenos
«De por sí, ya esto es una particularidad, es decir, no es la construcción de un nuevo cementerio, sino la adecuación de un cementerio de parroquia para asumir la función de un cementerio de ciudad, y esto hace que tenga como singularidad que la iglesia sea la antesala del Cementerio General, y ese propio nombre, -comenta la Msc. García Yero- también rompe con la dependencia de la Iglesia Católica.
«No es un cementerio que responde a un santo patrón, sino al título de la ciudad; incluso, eso formó parte de los conflictos Iglesia-Ayuntamiento, hasta que se da un voto consultivo en el cual al Ayuntamiento le corresponde lo que es civil, y a la Iglesia lo que es del alma».
El Cementerio General de Camagüey, atesora un rico patrimonio arquitectónico, que mezcla estilos y llega hasta la modernidad, reflejado en las más de 10 mil construcciones funerarias, y cada una guarda un recuerdo, tiene una historia que contar.
Historias para contar
La arquitecta Adela García, estudiosa de estos temas, refiere que «con el cementerio sucede lo que con la ciudad: va asimilando el desarrollo evolutivo de los estilos por épocas, e incluso, cuando se recomienda un paseo por una ciudad y no hay mucho tiempo, se visita el cementerio porque da también la imagen constructiva de la ciudad, y Camagüey no escapa a eso.»
«El Cementerio crece tres veces en el propio Siglo XIX, y por supuesto en cada una de las ampliaciones prima el gusto constructivo de la época: con el Neoclásico llegan los frontones, las columnas y las pilastras adosadas y varios niveles en las construcciones.
» A fines del Siglo XIX y principios del XX, el eclecticismo deja su impronta, y de ahí surgen la serie de capillas que adornan la llamada Calle de Los Ángeles; luego, el Art decó comienza a penetrar y se convierte en un estilo muy comercial con predominio de la geometricidad, y el uso del granito, el crucifijo y el empleo de lámparas.»
Después llega el caos: «ha habido un descuido desde el punto de vista formal figurativo en el planteamiento del monumento funerario. Ha faltado una mano que guíe los diseños y su aprobación, y también la carestía de materiales han provocado la merma del gusto sobrio que debe imperar en un cementerio. La carencia de espacio, en una ciudad que crece, por supuesto que impone soluciones prácticas, casi siempre alejadas de lo estético, aunque de ello se salvan honrosas excepciones como el Panteón de los Caídos por la Defensa.»
Pero el Cementerio General de Camagüey también puede contar su historia por los epitafios, algunos curiosos, otros de leyenda, singulares, de corte religioso, varios patrióticos, y hasta humorísticos.
Ocupa lugar destacado el epitafio de Dolores Rondón, rodeado de la leyenda centenaria que marca las tradiciones de la comarca, y es el más popular y conocido:
Aquí Dolores Rondón
finalizó carrera,
ven mortal y considera
las grandezas cuáles son
el orgullo y presunción,
la opulencia y el poder,
todo llega a fenecer,
pues sólo se inmortaliza
el mal que se economiza,
y el bien que se puede hacer.
De los primeros años de historia del cementerio, son los epitafios caracterizados por el sentido religioso, y los que refieren las relaciones filiales. Así, puede leerse en la bóveda de El Lugareño: «Como una triste y funeral plegaria, bendita por el llanto de mis ojos, esta tumba le ofrezco, solitaria, ¡Hija del corazón!, ¡A tus despojos!»Sobresalen otros epitafios de carácter patriótico, como el dedicado a Joaquín de Agüero y Agüero, con el tributo al héroe:
«Víctima infausta de un amor sincero,
Sentido por el hombre y por la gloria
Yace aquí el adalid Joaquín de Agüero.
Su vida guarda la cubana historia,
Su muerte llora el Camagüey entero.»
Más cercanos en el tiempo, también otros epitafios marcan la historia del Cementerio General de Camagüey, pues la tradición no desaparece. Así se cuentan, entre otros, las curiosas inscripciones sobre la tumba del trovador Miguel Escalona: «Te debemos un trozo de vida empapado en alcohol». O la frase que acompaña los restos del pelotero Miguel Caldés: «Los buenos nunca dicen adiós». Y el epitafio de José Luis Moreno, conocido como El Diablo Moreno, corredor de motos: «Tu vida transcurrió veloz como tu moto y la entregaste al traspasar la meta de la gloria.»
Cementerio singular
La historia del Cementerio General de Camagüey registra singularidades que lo distinguen del resto de los sitios funerarios del país.
Un hecho insólito sucedió en 1873: el intento de quema, en uno de los muros del tercer tramo, del cadáver de Ignacio Agramonte: «Ese es un hecho único en Cuba y rompe la tradición hasta ahora aceptada de que su cuerpo fue incinerado en la Plaza de San Juan de Dios y sus cenizas esparcidas al viento.
«La investigación plantea que el cadáver se quema en un terreno correspondiente al recién inaugurado tercer tramo del Cementerio, lugar del que se levantan las llamas y son observadas por un niño, encaramado en un árbol.
«Cierta o no esta versión, el cadáver fue sólo chamusqueado, no pudo haber quema total, pues eso implica muchas horas, gran cantidad de combustible; y además, la urgencia y la premura de los españoles por no dejar rastros del patriota hacen que los restos a medio quemar se lancen a una fosa común, de la cual no se tiene evidencia alguna».
En el sitio que se realizó la parcial incineración del cadáver de el Mayor Ignacio Agramonte y Loynaz se colocó, para guardar su memoria un Acta Capitular del Centro de Veteranos y del Ayuntamiento de Camagüey; y la Logia Masónica erige, en 1941, con todo el simbolismo posible, un Panteón a la manera de cenotafio, es decir, un lugar donde se recogen las cenizas, -que nunca estuvieron- y que por eso está vacío, para recordar la memoria de Ignacio Agramonte, el Héroe epónimo del Camagüey.
El Cementerio General de Camagüey, posee características y particularidades que lo distinguen del resto de los cementerios patrimoniales del país: es el más antiguo de Cuba en uso todavía; mantiene los servicios necrológicos; y está localizado en la principal vía de acceso a la ciudad: la Carretera Central, de interés nacional.
Es un museo a cielo abierto, dotado de un bagaje escultórico y monumental que hacen de él el espacio más decorado de la ciudad, con una iconografía peculiar, vinculada indisolublemente al ritual de la muerte y lo desconocido, y por eso, es diferente al resto de los museos tradicionales que los mortales conocen.
El Cementerio General de Camagüey, integrado a la historia de la legendaria Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, también necesita de la salvaguarda y la protección, en una ciudad declarada Monumento Nacional y devenida Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Autor: Miozotis Fabelo Pinares / Corresponsal de Radio Rebelde