Brujeros en Camagüey
De brujos y jolgorios en el Camagüey del pasado siglo, y su relación con la política de entonces, que, como en múltiples circunstancias, ha estado atenta al principio de que el fin justifica los medios.
El 7 de junio de 1931 dos policías del Gobierno provincial, Gráspilo Pardo y Egurio Pérez, se personaron ante el juez correccional de esta ciudad para acusar a algunos periodistas de la localidad, incluido el director de un rotativo.
Se les denunciaba por ser bilongueros y practicar la brujería, actos que iban contra las buenas costumbres y la decencia… Por tanto, debían ser condenados.
Según los policías, siguiendo órdenes del señor alcalde, doctor Mariano Varona, hombre envarado y extremista en lo que a la moral se refería, se habían dedicado a vigilar a este grupo durante meses.
Así comprobaron que los involucrados se dedicaban a organizar, en diferentes viviendas, sesiones espirituales que degeneraban en fetecunes (jolgorios) a los cuales asistían mujeres, al parecer de vida alegre.
En esos jolgorios se bailaba toda la noche; no faltaba el sacrificio de puercos, chivos y gallinas, acompañado todo con música y libaciones alcohólicas.
Agregaron los policías que estos aprendices de brujo utilizaban objetos que, a su entender, eran propios de la hechicería, entre ellos mazorcas de maíz, casabe, calabazas, tasajo, plátanos y otras frutas.
Dijeron, además, que en los lugares donde se reunían esas personas se preparaban collares para protegerse, y que temían que el Alcalde, quien en los últimos meses había sido objeto del ataque de sus enemigos políticos, fuera víctima de algún «preparo» para tumbarlo del cargo.
Los denunciantes aseguraban que lo peor no es que fueran brujeros, sino que todos pertenecían al Partido Liberal, lo que por entonces era ser acusado de ripiera y gente de orilla.
El juez, en realidad, no encontró causa para abrir un sumario a este grupo de periodistas parranderos, pero presionado por el alcalde, abrió un atestado no por la bilonguería, sino por escándalo público, que era a lo que más se parecía aquello.
Para el Alcalde fue peor el remedio que la enfermedad, pues de inmediato los periodistas del patio se unieron para defender a los de su clase, abriendo una campaña de dimes y diretes que le hizo víctima de cuanta crítica y broma se les ocurrió a los de la prensa.
Un día hasta dieron cuenta de cómo Don Varona había asistido años atrás, preámbulo de unas elecciones, a hacerse una limpieza a Monte Oscuro a pesar de su fidelidad al Partido Conservador.
Cuando ya la cosa andaba en extremo tirante, los periodistas acusados y contra los que nada pudo hacer la justicia, pues nada había, le enviaron en una olla de barro un fricasé de chivo.
Según cuentan, el problema no terminó a tiros en ese momento porque los ediles del Ayuntamiento y el Colegio de Profesionales intervinieron para liquidar aquella ridícula situación.
Finalmente, hubo un café de honor en el propio Ayuntamiento, fotografías con sonrisas, apretones de manos y aquí no ha pasado nada, pues como declaró el Alcalde, todo se debió a un mal entendido y al extremo celo de dos fieles policías, de los que nunca se volvió a saber.
Por: Periodista Eduardo Labrada* / Tomado de www.ohcamaguey.co.cu
*Periodista e investigador de la historia de la prensa en Camagüey. Ha ejercido el periodismo de investigación sobre temas socioculturales y del medioambiente. Presidente de la Sociedad Espeleológica en Camagüey.