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sábado, abril 19, 2025

Pensar desde la utopía: el orgullo como afirmación

Con una vocación profunda de reflexión cultural, diálogo abierto y reafirmación identitaria, inició el primer Coloquio Nacional Orgullo de Ser Cubano, en el Centro de Convenciones Santa Cecilia, de Camagüey.

Marcada por un sentido homenaje a Fidel Castro, en cuya memoria se dedica esta primera edición, la jornada inaugural se distinguió por intervenciones que ofrecieron ideas medulares para construir una narrativa auténtica sobre lo cubano, más allá de etiquetas o discursos vacíos.

Como parte del homenaje, también se abrió con un sentido aplauso en memoria de dos artistas cubanos fallecidos esta semana, cuyo legado perdura: el radialista José Aurelio Martínez Estévez y la escritora Mariela Pérez-Castro.

Las palabras de bienvenida del director provincial de Cultura, Kenny Ortigas, dejaron claro que el evento no es un simple espacio de exaltación simbólica, sino una invitación a repensar la identidad nacional desde la autoconciencia y la articulación colectiva.

“Estamos aquí, colegas, caminando a la utopía, pero no exentos de incertidumbre”, dijo. Y precisó que el evento no es una negación de lo foráneo, sino un ajuste de brújula: “La lucha será siempre contra lo vulgar, contra lo indigno y contra lo antipatriótico”.

La entrega a las máximas autoridades del territorio del libro “Palabras a los intelectuales”, publicado por Casa de las Américas, no fue un gesto retórico, sino una señal de anclaje a los fundamentos de la política cultural de la Revolución.

Luego, la conferencia inaugural de Armando Pérez-Padrón, presidente de la Unión de Escritores y Artistas (Uneac) en Camagüey, delineó los pilares conceptuales del orgullo nacional: la cubanidad como autodeterminación, la pertenencia como ejercicio consciente y la resistencia frente a las distorsiones de una globalización que desplaza referentes. Fue una invitación a enseñar Historia desde el atractivo y a combatir el “ruido” cultural sin negar influencias, pero sí discerniéndolas.

Defendió la noción de orgullo como afirmación consciente: “Es absolutamente inútil ignorar las influencias foráneas. Lo peligroso es que adoren los colores de otra bandera, estilos de vida de otras sociedades y quieran vivir en cualquier parte menos aquí”.

El intercambio continuó en voces diversas como la de Magda Resik, vicepresidenta nacional de la Uneac, quien ancló el orgullo a la memoria histórica, la emocionalidad patriótica y el compromiso como valor transmisible desde la infancia. “El orgullo no es una receta ni una píldora”, dijo para resaltar la necesidad de una narrativa auténtica y eficaz, incluso en las redes sociales. “Si no se tiene compromiso, no se puede transmitir”.

Moderado por el periodista Yuris Nórido, el panel sobre programación cultural ofreció una radiografía realista de los desafíos institucionales, la competencia con otras formas de consumo, y la necesidad de plataformas coherentes para no perder el vínculo con el público. Las experiencias de artistas como Freddys Núñez, Uri Rodríguez y Carlos Castillo reafirmaron el rol del creador como motor esencial de la vida comunitaria, incluso en medio de carencias.

Freddys Núñez expuso con crudeza los retos institucionales: “Crear un público tarda mucho tiempo, y perderlo, pasa en un segundo”. Desde Guantánamo, Uri Rodríguez reivindicó la vocación del artista: “Cuando no hay corriente, está el artista. El artista está porque es una condición de vida”.

El instructor de arte Carlos Castillo, presidente de la Brigada José Martí, recordó que el trabajo en comunidad requiere alianzas reales: “Solos no podemos hacer el trabajo cultural en la comunidad”. Propuso dar continuidad al Coloquio y vincularlo con quienes tienen poder de decisión en los territorios.

Desde el auditorio, la socióloga María Teresa Caballero cerró con una visión estratégica: “El movimiento cultural comunitario se genera desde las potencialidades”, y llamó a rescatar el trabajo de base, desde la programación hasta la participación popular.

La jornada culminó con la exposición de proyectos socioculturales de Santiago de Cuba y Nuevitas, que mostraron caminos posibles, impulsados desde la comunidad. En ese espíritu, se propuso la continuidad del Coloquio como espacio estratégico, y se llamó a rescatar la fuerza transformadora del movimiento de artistas aficionados.

El Coloquio se inauguró así como un espacio de pensamiento crítico, acción cultural y defensa de lo propio. En palabras de Martí, recogidas por Pérez-Padrón, “orgullo de ser cubano” no es una consigna: es una postura ante la vida. Este primer día sembró un pensamiento en movimiento. Porque el orgullo de ser cubano no se declama, se cultiva.

Por Yanetsy León González/ Adelante

Imagen: Archivo