José Antonio, el Espíritu Errante: travesías artísticas de Camagüey a Tijuana
Conversar con José Antonio Hechavarría Rivas (Camagüey, 1967), artista visual y profesor radicado en esta ciudad, ofrece una perspectiva íntima sobre los caminos que ha seguido su generación, una que él mismo describe con humor como “la generación de la croqueta”. Esta denominación no es casual: alude a la peculiar posición de su grupo, situado entre los grandes maestros que marcaron el arte cubano de décadas pasadas y los jóvenes que hoy protagonizan la escena.
Sin haber emigrado como muchos de sus contemporáneos, representa una figura única dentro de Antilhas, una muestra colectiva inaugurada en la Galería del Instituto Municipal de Arte y Cultura (IMAC) de Tijuana, que reúne a cinco cubanos, cuatro de ellos residentes en México.
En Antilhas presenta obras de pequeño formato, testimonio de una época prolífica en su carrera. Las piezas seleccionadas provienen de dos de sus series más representativas: Las Nocturnas y las composiciones abstractas de Rojo x Negro.
Ambas series, realizadas hace casi dos décadas, capturan un momento clave en su trayectoria, antes de que una pausa motivada por razones extra artísticas, reconfigurara su enfoque hacia otros horizontes. Actualmente, su energía creativa se canaliza principalmente hacia la docencia en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre y en el proyecto comunitario Cartón Creativo, una iniciativa a través de la cual promueve, entre otros aspectos, una academia vocacional de artes plásticas.
ARTE CUBANO Y LA CULTURA DE LA FRONTERA
José Antonio describe cómo llegó a formar parte de la exposición en Tijuana. “No compartí espacios de estudio con ellos ni en la Escuela Nacional de Arte (ENA) ni en el Instituto Superior de Arte (ISA), salvo con Luis Garzón, quien es maestro en la Universidad de Baja California desde hace más de 20 años”, explica.
A través de Garzón ha mantenido contacto con este grupo. Desde su paso por Tijuana hace una década no es un artista desconocido gracias al apoyo de coleccionistas y promotores culturales de la región. “Muchas personas de Tijuana han comprado mi obra y me siguen desde hace años”, menciona.
El curador de la exposición, Frency Fernández, ha titulado la muestra Antilhas, como una reflexión sobre la experiencia insular y el impacto del desplazamiento en la obra de estos artistas cubanos. “Frency quiso traer a colación lo insular, cómo estos artistas han adaptado su obra en un contexto tan diferente”, comenta José Antonio, antes de destacar la similitud entre Cartón Creativo y otro proyecto educativo en Mexicali, liderado por uno de los coterráneos que también enseña arte visual contemporáneo a niños y adultos.
Además, su vínculo con Garzón ha permitido la colaboración en proyectos educativos conjuntos. “Estamos organizando una videocharla entre estudiantes de Baja California y mi academia en Camagüey”, añade, subrayando la intención de establecer un puente de intercambio artístico y pedagógico entre ambos contextos.
José Antonio resalta el contexto de frontera en Tijuana, marcado por el narcotráfico, pero que ha sido transformado por iniciativas culturales.
“Han hecho murales y han incorporado a grupos que en otro momento han estado haciendo daño social”, lo que ha favorecido la paz y el bienestar social a través del arte. En este sentido, ve la exposición como una oportunidad para profundizar el intercambio entre el arte cubano y la cultura de la frontera, un espacio confluente que, aunque no es un gran mercado del arte internacional, tiene una rica tradición cultural y una presencia cubana significativa.
—Ustedes forman parte de una generación intermedia. Han combinado la creación artística con la práctica pedagógica. ¿Qué ha pasado con ustedes?
—Somos una generación que estuvo a la sombra de grandes maestros como Zaida del Río, Roberto Fabelo y Eduardo Roca “Choco”, quienes fueron nuestros profesores en la ENA. Me gradué en 1986, en plena convulsión del arte contestatario de los ochenta. Cuando pasé al ISA, mi generación comenzó a “oxigenar” lo que sería la década de los noventa, una época marcada por el “movimiento simpático”. Recordemos la exposición El objeto esculturado (1990) de Félix Suazo y Alexis Somoza. Fuimos como “la croqueta” entre dos grupos: los maestros y los emergentes de finales de los noventa. Al graduarnos, ocupamos espacios pedagógicos porque nuestros profesores se retiraron. Hoy, muchos de nosotros estamos volcados a la docencia, en parte por razones económicas, ya que el mercado del arte en Cuba se ha quebrado aún más con la COVID-19, y necesitamos estabilidad laboral.
—¿Cómo ha afectado esta situación a su generación y a su trabajo?
—Los que quedamos en Cuba nos hemos dedicado a la enseñanza, pero seguimos creando. A esta generación nos toca ser “artistas-empresa”, buscando maneras de sostener nuestra obra sin depender de galerías o patrocinadores, que ya casi no existen. Tenemos que producir arte que sea comercial o trabajar en proyectos colectivos. Es muy diferente a cómo funcionaban las generaciones anteriores o los más jóvenes, muchos de los cuales aprovecharon las bienales de La Habana antes de la pandemia para conectar con el exterior. Nosotros seguimos en el medio, no somos considerados
“maestros” aún, pero tampoco somos emergentes. Nos movemos en este intermedio, haciendo nuestra obra mientras enfrentamos las dificultades económicas y de infraestructura para el arte en Cuba.
La trayectoria de José Antonio ha sido marcada por una constante movilidad dentro de la isla. Pasó dos largas temporadas en La Habana, primero como estudiante y luego como residente. Vivió durante seis años en Guantánamo. Sin embargo, desde 2018 ha vuelto a su ciudad natal, Camagüey.
Aquí ha dado un impulso al proyecto artístico-pedagógico Cartón Creativo. Este proyecto, centrado en el reciclaje, no surge por casualidad, sino que es una continuidad de su exploración artística previa, cuando utilizó el cartón como material principal en su serie escultórica Homenaje a Antonia Eiriz, realizada en 2004. De esa etapa, se conserva la escultura El ojo en el caracol, una pieza expuesta recientemente en la sede de Cartón Creativo. Este trabajo, al igual que otros de su serie, evidencia su interés por el material humilde y su capacidad de transformarlo en un vehículo expresivo, un enfoque que resuena profundamente en su actual labor educativa y comunitaria.
—Has estado en una pausa prolongada en tu producción artística. ¿Por qué, a pesar de esa pausa, insistes en enseñar a otros que el arte vale la pena?
—Mis decisiones son personales, pero el arte siempre vale la pena, tanto espiritualmente como económicamente. Aunque he estado en una parada prolongada, sigo haciendo cosas como Cartón Creativo y dando clases. El ritmo de trabajo constante lo perdí por razones personales. El arte requiere un espacio sagrado de concentración, un “laboratorio interior” que a veces es difícil de mantener debido a la vida cotidiana y familiar. Desde 2008 no he tenido esa regularidad de antes, cuando hacía una exposición personal cada año. Moverse de territorio constantemente también afecta la concentración en el trabajo. No puedes llevar el estudio a cuestas; organizarlo cada vez toma tiempo y eso puede alejarte de la creación.
—¿Es esta pausa temporal?
—No estoy seguro. Aunque me encanta Camagüey, tengo un espíritu errante que me lleva a moverme. Desde niño, mi familia se mudaba constantemente, y eso parece ser parte de mi naturaleza. No me siento cómodo con la idea de quedarme en un solo lugar para siempre.
—Hablando de la Vicentina, ¿qué estás logrando con los estudiantes y sus potencialidades?
—Hay muchos talentos entre los estudiantes, aunque la matrícula ha disminuido debido al éxodo, otros no quisieron seguir, claudicaron. He propuesto un cambio en el programa de escultura, con el taller de estudio del concepto de volumetría en las artes visuales, buscando que los estudiantes trabajen en colectivos de arte en lugar de proyectos individuales. Mi objetivo es que el proceso de trabajo sea más importanteque el resultado final, promoviendo la colaboración entre ellos. Estoy implementando cambios metodológicos para actualizar el programa y enriquecer la experiencia pedagógica, y espero que el intercambio con los estudiantes de Baja California fortalezca este enfoque.
Es importante destacar su papel pionero en la escena artística cubana contemporánea. Fue uno de los primeros artistas en exponer en la Galería Villa Manuela, un espacio clave en la promoción del arte cubano, donde también impulsó la producción de catálogos de arte para las muestras, elevando su calidad a niveles impresionantes.
En 2004, la editorial Ediciones Unión publicó un monográfico sobre su obra titulado José Antonio. Pintura, dibujo, escultura, con un texto introductorio de la reconocida crítica de arte Carina Pino Santos. En este análisis, Pino Santos ofrece una panorámica de la entonces reciente producción, destacando el continuo divertimento que caracteriza su proceso creativo y un camino marcado por constantes cambios formales. Estas facetas no sólo subrayan la versatilidad de José Antonio, sino también su búsqueda incesante de nuevas formas de expresión, siempre en movimiento, siempre en transformación.
Por Yanetsy León González/ Adelante
Foto: Cortesía del entevistado
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