Aventuras y desventuras de una compañía
Hace una década, el Ballet Folklórico de Camagüey ensayaba bajo la tenue luz del deteriorado Teatro Alkázar. Lo que en su momento fue un reluciente cine-teatro, se había convertido en un espacio casi desprovisto de iluminación en la zona del escenario, sin condiciones adecuadas, ni siquiera servicio sanitario para los artistas.
Ese pasado quedó atrás en diciembre del 2016, gracias a la entrega de su nueva sede en el número cuatro del Callejón de Finlay, un lugar que ha dignificado las condiciones de trabajo de la compañía. Sin embargo, más allá del cambio de escenario, el Folklórico sigue guiado por la misma fuerza que lo ha mantenido durante 33 años: la perseverancia y el profundo compromiso con la cultura popular tradicional cubana.
A lo largo de estas décadas, la agrupación se ha levantado sobre sólidos pilares: la dedicación de sus principales figuras y la capacidad de mantenerse a flote dentro del sistema institucional cubano, que ha fomentado proyectos como este, salvaguardando el patrimonio cultural del país. Para su director,Reinaldo Echemendía Estrada, el estreno del espectáculo Aventuras y desventuras de una compañía — los días 14 y 15 de septiembre en el Teatro Principal a partir de las 8:30 p.m.— es más que una celebración; es una mirada honesta y a la vez fantasiosa sobre la vida interna de una agrupación que, contra viento y marea, sigue sonando al ritmo del tambor.
Echemendía, quien este año recibió uno de los más grandes homenajes otorgados en Camagüey a personalidades vivas, por sus 50 años de vida artística, encarna esa mezcla de tenacidad y pasión. Su carrera abarca el ámbito académico, creativo y popular, ha sido testimonio de su amor por el folclor, un arte que, aunque oficialmente integrado en la cultura nacional, ha debido luchar contra prejuicios y marginaciones a nivel subjetivo, sobre todo por sus raíces en la cultura yoruba.
“Aventuras y desventuras de una compañía es un título sugerente, pero no para atraer a nadie con facilismos”, explica el maestro. Sentado en el sofá a la entrada de la sede, su mirada es tranquila, pero profunda. “Queremos contar, en poco tiempo, las cosas que nos han pasado: cómo es la vida interna del Folklórico, cómo son nuestros entrenamientos, nuestros aciertos y desaciertos. Mostrar las obras que dejamos inconclusas, los sueños cumplidos y los no cumplidos. Y sobre todo, identificarnos como portadores del tambor”.
El tambor, para Echemendía, no es solo un instrumento, sino un símbolo que representa la identidad afroamericana y latina. “El tambor está en el corazón de la cultura cubana”, dice con firmeza. Por eso, el espectáculo no sigue una cronología específica, sino que es una fantasía que se despliega de manera lúdica y poética, con momentos simpáticos que reflejan la cotidianidad de la compañía, sin caer en la comedia.
ENTRE LUCES Y SOMBRAS: LOS DESAFÍOS DEL FOLCLOR
A lo largo de los años, Echemendía ha sido testigo de los desafíos que enfrenta el Ballet Folklórico de Camagüey. Cuando lo entrevisté por el aniversario 25 de la compañía, me confesó su mayor deseo de cumpleaños: tener una sede digna. Aquel sueño se hizo realidad, pero no ha puesto fin al ciclo de aventuras y desventuras que viven día a día. “Ahora tenemos casa”, comenta con una sonrisa, “pero el camino sigue lleno de retos”.
Uno de los mayores obstáculos ha sido lidiar con los prejuicios en torno al folclor, especialmente aquel de raíces yoruba. Aunque la compañía es reconocida oficialmente, ha tenido que batallar contra la marginalización que aún persiste en algunas esferas. “Nosotros, aunque formamos parte del sistema oficial de cultura, hemos sentido el peso de esas miradas que cuestionan nuestro trabajo por su vínculo con la cultura africana”, reflexiona.
Sin embargo, el Ballet ha sabido mantenerse, gracias en gran parte a su capacidad de conectar con las nuevas generaciones. “Hoy estamos permeados por las dificultades que enfrentan los jóvenes”, admite Echemendía, “pero nuestro compromiso, y la seriedad de nuestra propuesta artística, nos ha permitido seguir adelante”. La clave, según el maestro, está en el ejemplo: “Cuando le dices a un joven ‘sígueme’, lo hará si ve que le hablas desde la verdad, desde la pasión. Y lo más importante, que lo que haces tiene sentido, no solo artístico, sino también humano”.
EL ESPECTÁCULO: UN PUENTE HACIA EL SIGLO XXI
Este espectáculo, que finalmente se estrena tras haber sido concebido hace más de diez años, representa un logro no solo en términos de producción, sino también en lo que simboliza para la compañía y su relación con el público joven. “Es una obra muy difícil”, confiesa Echemendía. “Técnicamente es compleja tanto para la danza como para la música, pero también incluye teatro y una dramaturgia muy particular que obliga a los artistas a estar comprometidos al máximo”.
Lo que destaca en Aventuras y desventuras de una compañía es su capacidad para trascender los códigos tradicionales del folclor y acercarse a las nuevas generaciones. “Es un espectáculo que rompe con lo formal del folclor”, explica, “y se acerca al siglo XXI. Queremos que los jóvenes comprendan por qué el folclor es una base fundamental para entender la historia y la cultura cubana”.
A lo largo de los años, el Folklórico ha funcionado también como una escuela para muchos artistas, un espacio donde se forman no solo como bailarines o músicos, sino como personas. “La danza no es solo movimiento”, afirma Echemendía. “El movimiento ya está en el pueblo. Para ser un profesional del folclor, necesitas entender por qué el pueblo lo hace. Esa es la clave”. En ese sentido, la colaboración con la Universidad de las Artes ISA ha sido fundamental para la evolución de la compañía. Actualmente, varios miembros están cursando estudios allí, lo que ha elevado su nivel técnico y cultural.
LOS 33 AÑOS: UN LEGADO DE ENTREGA
“Treinta y tres años”, reflexiona Echemendía con una mezcla de orgullo y sorpresa. “Es como la edad de Cristo, pero lo más importante no es el tiempo que ha pasado, sino lo que hemos logrado”. A lo largo de estas tres décadas, varias generaciones de artistas han pasado por la compañía, y todos ellos, según Echemendía, se han llevado lo mejor del Ballet Folklórico de Camagüey. “Aquí no hay secretos”, dice con convicción. “Aquí enseñamos con pasión, con madurez. Y cuando alguien deja la compañía, lo hace agradecido, porque sabe que ha sido parte de algo serio, de algo grande”.
Más allá de las coreografías y los espectáculos, el Folklórico es una escuela de vida. “No solo enseñamos a bailar o a tocar música”, aclara el maestro. “También formamos personas que sepan proyectarse en la vida. Eso es lo que hace que este proyecto tenga sentido”.
El Ballet, con sus 40 miembros actuales entre bailarines, músicos y técnicos, sigue siendo un pilar de la cultura cubana, y Aventuras y desventuras de una compañía es una nueva página en su historia. “Este espectáculo no solo celebra nuestro pasado”, concluye Echemendía, “sino que nos proyecta hacia el futuro, mostrando que seguimos aquí, comprometidos, con el tambor latiendo en el corazón de nuestra cultura”.
Por Yanetsy León González/Adelante