En un mundo de videntes
Lino Torres veía a través de sus ojos. Con la mirada identificaba todo: el cielo, la hormiga, la cresta de la ola, las hojas de los árboles envueltas por la brisa, la ciudad, la familia.
Tendría más o menos mi edad cuando su mundo de objetos y colores quedó a oscuras. Adulto, ingeniero químico, diríamos con una vida hecha y derecha, pero tuvo que inventarse otra. De repente era ciego.
Tal vez sin ese punto de giro tan brusco, Lino Torres no hubiera enfocado su talento natural para la escritura, en la estrategia personal para seguir conviviendo en un mundo de videntes.
Invitado hoy a la peña Sóngoro cosongo de Jesús Aismar Zamora y Antonio Mario Batista Sanchez, compartió de memoria poemas y cuentos. Empezó narrando «Acción de gracias», del libro que ha confiado a la Editorial Ácana. Lili, el personaje protagónico, está inspirado en niños de su barrio.
En el público estaba Lázaro, amigo de la infancia y piloto que quiere dejar testimonio de sus vivencias. Debió retirarse por glaucoma: «Yo tenía miedo a quedarme ciego, ya no porque sigo el ejemplo de Lino».
En asuntos literarios, Lino aprendió de cuartetas y décimas desde niño por la abuela. Ha pulido la técnica en un taller literario con Evelin Queipo Balbuena. Como no podía estar cargando siempre con una regleta de braille, en casa le hicieron una plantilla caligráfica del español.
«Se me había olvidado cómo hacer el rasgo de algunas letras. Ya he cogido la destreza en eso y aquí estamos. En cualquier sitio literario podemos demostrar que podemos superarlo, que somos uno más, que no tienen por qué discriminarnos. Las leyes están claras, lo difícil es cambiar la mentalidad», señaló.
Aprovecho para contar una anécdota relacionada con esa falta de sensibilidad e inclusión social. Ese no ponerse en la situación del otro también lo padecemos los zurdos en un mundo diseñado para los derechos.
Hace algunos años, con tremendo entusiasmo desde la Unión de Periodistas de Cuba en Camagüey, la Upec, organizamos un taller con la Asociación de Ciegos, conocida como la Anci, para que varios asociados nos hicieran notar los errores frecuentes de los periodistas y los medios de comunicación al tratar la discapacidad. Urge cambiar la narrativa o mala práctica de empezar destacando lo que les falta y no por el talento, la voluntad y el tesón multiplicado.
Aquel taller lo coordinamos en el Café Literario La Comarca porque la Asociación Hermanos Saíz, la AHS, era nuestra gran aliada. Todo fluyó de lo lindo hasta el momento de regresar a casa. No nos percatamos que las rotondas son de los lugares más peligrosos para los ciegos. Los ruidos de tantas partes les desajustan el sentido de orientación. Entonces enfilamos como un trencito, uno detrás del otro, y yo en modo de locomotora hasta alejarlos del Casino Campestre.
La peña de Zamora es un sitio de mucho corazón y de buenas personas. Sentimos como una presencia luminosa al Indio Naborí, recordado por el poeta anfitrión a través de los versos hermosísimos de «Con tus ojos míos».
La artesana Marlene Zayas Mesa llevó el obsequio tejido para Lino con la técnica del amigurumi. El público recibió de regalo el poemario «Por los extraños pueblos» de Eliseo Diego, otro cubano enorme.
Del Principito se repite que lo esencial es invisible a los ojos. Por los músicos aprendimos que el sonido está lleno de colores. Entonces me pregunto, ¿por qué cuesta mirar y admirar a quienes sí viven y respetan desde la diferencia?
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: De la autora