Portal Cultural de Camagüey

jueves, noviembre 21, 2024

Cuando se siembra…

Sembrar es un verbo tan hermoso porque garantiza futuro. Se siembran las semillas, las ideas, las sensaciones y ya lo dice el refranero popular: cuando se siembra, se recoge.

Sin más adorno ni artificio que una guitarra y dos voces, el Dúo Iris cosechó mucho en Camagüey; para despertar al corazón no hace falta otra cosa. Entre silencios y gritos, la noche bajó su volumen para escucharlos y la gente los abrazó en aplausos. Quizás ya nos habían alertado: “mover ciudades bajo la piel” constituye su sino. Todo parecía ir más despacio, porque nos crearon un pequeñísimo espacio de intimidad para adentrarnos a todos en ese universo más personal y hacia allí fuimos, hacia la música en su estado más puro: la canción desnuda.

Pero ¡caramba!, la ciudad de súbito se comenzó a mover de nuevo y ya no solo bajo la piel. Las caderas se empezaron a alterar y los músculos a responder en un terremoto de sonidos que abonó la noche de siembra. Karamba fertilizó con elementos muy naturales: la alegría y una buena canción.

No faltaron sus versiones de los españoles Fiti y Fitipaldis, como Por la boca vive el pez y la tan solicitada por el público, Soldadito marinero. Un golpe a la cara de las nostalgias resultaron los clásicos, como esa oda al amor propio que es Vivir la vida (“Qué bonito estoy, qué rico estoy, cómo me quiero…”) y su distintiva fusión de sonoridades que dibuja el rock and roll, la salsa, el country, el pop y cuanto estilo musical pueda entrar en la aventura atrevida de ser una interjección con K.

Karamba dejó la Plaza caliente, a puntico de cosecha. Por eso cuando entró Buena Fe el terreno estaba más que fértil para cultivar buenas cosas. Con un aperitivo de “música vital” y la alerta de mandar a matar con La Catrina a todo lo malo, llegó el plato fuerte: Morada. El disco, tan diverso como Buena Fe, provocó la curiosidad de quien no había escuchado y la canción conjunta entre los tres protagonistas del espectáculo representa un diálogo de hermandad a nuestra generación, una invitación a la siembra para un mejor porvenir.

De Sobreviviente y Carnal vinieron otras canciones que arroparon a Morada. Tampoco se ausentaron los viejos temas, un Todos nacimos ángeles que se cantó de punta a punta, un Pi 3,14 que sigue sonrojando y alborotando mentes y ese Catalejo tremendo que nos devolvió a las esencias de la juventud: irreverente, crítica, rebelde y nos trajo una realidad no muy distinta a la actual con personajes universales. La fórmula de mover pensamientos nunca le ha fallado a Buena Fe.

Sembrar desde el arte tiene sus frutos envenenados, pero siempre el suelo reconoce la labor del campesino que le ha da su trabajo y su amor. Los jóvenes somos también tierra a cultivar, y ¿cuándo una buena canción no nos ha hecho crecer?

Por Legna María Caballero Pérez / Adelante

Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante