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domingo, noviembre 24, 2024

La banda sonora de una noche triste

Sí, triste, porque no era un simple juego de nueve innings. Era la Coca Cola dándole jits al guarapo, era Mickey llenándole las bases a Elpidio con una cañonera mejor que el torpedo; era la hamburguesa jonroneando al bocadito de helado; eran los yumas contra mis aseres.

Eran los míos contra mejores jugadores; Rodolfo, que nunca dijo: “Se sufre pero se goza”. Era el brillo de un espectáculo tristísimo, el episodio doloroso de una muerte nunca anunciada tan feroz ni brutal. Era nuestra ilusión disfrazada de ingenuidad, que quería vencer años de juegos de ventaja y hasta en la última entrada imaginó la victoria.

Pero la noche triste no pudo tener mejor banda sonora, para recordarnos el orgullo tras la derrota. Solo Van Van para hablarnos de qué es Cuba y quiénes somos. A ritmo de tren se aprende de cubanía y ya no es una noche triste si sabes de los amigos que se volvieron a abrazar cuatro letras por medio, de los de aquí y los de allá que bajaron por unos días los cañones para escribir #TeamAsere.

Ya no es tan triste si Cuba era Moncada, que no se rendía; Drake, un políglota que habla con todos en primera base; era la gente en Plaza Marte, en el Pabellón Cuba y en Camagüey compartiendo placeres; era Alexander Abreu sacándole música a la pasión.

Cuba es la unidad de los cubanos, de quienes decidieron irse, de quienes eligieron quedarse. Ese es el equipo del niño que sueña con ser Luis Robert Jr, Omar Linares, Alfredo Despaigne, Yuliesky Gourriel; la esperanza de toda una cuadra suspendiendo el dominó de la esquina por una noche de béisbol. Ese es el team de quien iluminó su altar y pidió a los santos un out menos y un jit más.

Y Cuba también es Van Van, que cantó después de la lluvia, luego de la tempestad; tocó seguramente con el duelo inundando el alma, pero nadie como ellos para ponerle clave al dolor. Lele se puso la camiseta de un 54 Anderson, con Camagüey al pecho y así nada podía ser triste. El bate-micrófono de Robertón estaba encendido y le bateaba a los lanzamientos que pidiera la gente. Samuel, lleno de sudor, aguantaba siempre un inning más.

Y como si supieran que necesitábamos esa inyección musical, nos dieron un jonronazo de popurrit que rememoró los clásicos vanvaneros de toda la vida. Lo advirtieron desde el inicio: “permiso, que llegó Van Van” y “vamo’ a pasarla bien”. Luego lo confirmaron “pa que tú veas cómo está el tren”. Por eso su maquinaria se mantiene sabiendo que Van Van es cosa gorda y es Cuba, un país de gente “tristegre”, perfectamente triste y muy alegre.

No se parecían a los músicos del Titanic, porque mi equipo nunca se hundió, se creció entre su pueblo. Que por un día se hablara más de pelota que de fútbol, que nos ilusionáramos otra vez, que la gente vuelva a sufrir y a gozar con un deporte patrimonio, esa es la verdadera victoria.

Y que Nolan Arenado, un fuera de serie entre los extragalácticos bateadores de Estados Unidos, le pidiera una foto al caballo de caballos, a nuestro Capitán “Asere” Alfredo Despaigne, es otra fotografía para los momentos buenos, para recordarte qué cosa tan linda es el deporte.

“Yo sé que van” a hacernos soñar de nuevo. La noche triste se pareció también a la felicidad. Mientras Van Van se despide, ya se ha diluido la tristeza y solo quedan sueños. Entonces, en las esencias de un pueblo que tiene música y pelota en las venas, el Team Asere habrá ganado.

Por Legna María Caballero Pérez / Adelante

Foto: Leandro Pérez Pérez/Adelante