Lila Martínez, una mariposa iridiscente
La noche del estreno de la suite de El Cascanueces, Hilda “Lila” María Martínez de la Torre recibió una ovación hermosísima cuando salió al escenario del teatro Principal. No se le vio más porque estaba donde los niños de los talleres de la escuela nocturna. En la segunda función del Ballet de Camagüey (BC) también detrás del telón andaba iridiscente, menuda e inquieta como una mariposa.
─¿Se sabía tan querida por el público?
─No esperé un recibimiento de tantos aplausos, pero me hizo sentir muy bien. Quizás reconocen lo que hago hacia sus hijos o sus bailarines. Yo trabajo con esfuerzo, con dedicación; eso me viene de mi tía Vicenta, de mis maestros en Cuba y en la antigua Unión Soviética. Me da mucha satisfacción que haya sido en mi provincia. Agradezco, como es lógico a mi familia, pero sobre todo a los bailarines que representan a Cuba en el mundo, a quienes han estado en mis clases, en ensayo, a mis maestros.
Este diciembre, Lila recibió la distinción Espejo de Paciencia por el aporte a la escuela cubana de ballet. Empezó la carrera en la Escuela Provincial de Arte de Camagüey, actual academia Vicentina de la Torre. Hizo el nivel medio en La Habana y al graduarse regresó a impartir clases. Recibió una beca para estudios superiores en la antigua ciudad de Leningrado. De vuelta a casa, en 1981, Fernando Alonso dirigía el BC y le abrió las puertas de la compañía como maestra y ensayadora.
─Su tía Vicentina, fundadora del BC, es recordada con idolatría. Ustedes, las sobrinas, también son maestras admiradas. ¿De ella qué aplica?
─ Mi tía Vicenta nos dejó un gran legado a la familia. Somos cuatro hermanas que nos dedicamos al ballet. Desde chiquitas vimos sus clases, ensayos y se nos fue prendiendo la llamita. Era muy sencilla, dedicada, amante de su carrera. Recuerdo su personalidad, su sacrificio, su entrega. En aquellos tiempos en que no había videos, la veía dibujando las cosas del repertorio de Gisselle, de Las sílfides… Lo tenía todo dibujado: los diseños, los movimientos en el espacio… Quería tener toda la información y la transmitía muy bien. Disfrutaba el resultado a veces en los ensayos. Ayudó a muchos estudiantes. Lo hizo todo con amor.
Dentro de los 40 años de trayectoria profesional, destaca el trabajo en el Ballet de Monterrey, México; y en Arizona y La Florida, Estados Unidos. Al retornar a Camagüey acudió a Regina Balaguer, la nueva directora de la compañía, y el sí incluyó el reto de la versión coreográfica del ballet ruso Llamas de París, estrenado con éxito por el BC en Francia en el 2011.
─Ha formado generaciones. ¿Es tiempo de luces o de sombras en el BC?
─ La pequeña suite de El Cascanueces ha sido una experiencia para todos. El colectivo se sobrepuso a inconvenientes. Además, estamos trabajando con nuevos graduados. Hay que dar oportunidades, porque ahora viene una etapa de crecimiento para bailarinas y bailarines que necesitan con el tiempo y el repertorio ir in crescendo en su nivel técnico-artístico. Los maestros estamos dispuestos a ayudar a esta generación.
Junto al elenco profesional salieron a escena niños del Centro de Promoción de Ballet y Danza Fernando Alonso, popularmente conocido como la escuela nocturna. En esos talleres ofrece indicaciones metodológicas y técnicas útiles para el crecimiento como público o para quienes optan por el ballet como carrera.
─Ya la suite es un hecho, ¿nos adelanta su proyecto inmediato?
─Casi siempre tengo algo en mente. A veces tenemos otros planes, se presentan giras y entonces hay que esperar; pero siempre voy a tener algo que ofrecer al Ballet y a Camagüey.
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva / Adelante