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viernes, diciembre 27, 2024

Nueva muestra personal en Camagüey de Oscar Rodríguez Martínez

Camagüey- La quietud volvió a la sala de operaciones del artista. De ella se sirvió en Mística de lo Inmóvil (Remate), Oscar Rodríguez Martínez para configurar lógicas irreverentes, reciclar viejos conceptos, crear nuevos debates y digresiones atemporales. Sus abordajes a lo inamovible, se nutren en la aparente ausencia de movimientos de una estructura monumental.

Por los espacios de la Galería de Arte Universal Alejo Carpentier, a mediados del presente mes, el autor ofreció un paisaje de pinturas, collages y linografías, que atrapan una mirada de relevantes íconos romanos, griegos, de la India, Francia, Estados Unidos y de la antigua Unión Soviética. Delante de un fondo muy pop, coloca a estas obras pétreas, y con astucia determina las herramientas para que nuestras neuronas las desmovilicen y recontextualicen.

Como simple fórmula para poner en funcionamiento la maquinaria de la imaginación, Oscar Rodríguez cubre el rostro de sus monumentales protagonistas con una mancha. Una mancha agresiva que perturba y destaca en la composición pictórica. El creador la define como “una especie de contrapunteo y antagonismo entre la academia y el abstraccionismo. De lo estático con la acción”.

Así como la manzana de René Magritte, oculta la identidad del Hombre desconocido, la mácula tapa indiscriminadamente en La nada de los sabios, la cara de tres bustos. De tres hombres “x” que el público encuentra con la ayuda de la imaginación. En mi caso, me remite a paradigmas de la Filosofía como Platón, Sócrates y Aristóteles. Más que una negación a sus doctrinas, parece advertir una ruptura de engranajes en ese ejercicio tan vital para ellos como lo fue el hábito de pensar y transformar, para bien, más allá del ámbito personal.

Dentro de esa suerte de licencia para otorgarle cuerpo y nombre a la obra, surge el recuerdo de las enseñanzas aristotélicas, dictadas durante largas caminatas a los integrantes de la escuela peripatética. Andaban los aprendices de un lugar a otro, por jardines y espacios públicos, bebiendo de la savia de su maestro. El ir y venir de un sitio a otro suponía una fortaleza para romper esquemas y percibir mejor las ideas. Una especie de antídoto contra la inmovilidad.

En el resto de la galería, el leit motiv de la muestra se entrelaza con elementos reconocibles de la cultura universal. Debajo del manchón, la archiconocida Estatua de la Libertad, regalo del pueblo francés al norteamericano, ha perdido junto con la cabeza, los fundamentos que la nombran. Se alza en el lienzo como un amasijo disfuncional, en un mundo disfuncional.

Mientras tanto, en ese mismo espacio gigantesco, pero a la vez tan reducido llamado Tierra, vive empozado en una piedra el Pensador de Rodin. Este personaje, incluido entre las pinturas de Rodríguez Martínez, más que un mentón donde apoyar la mano se ve urgido de un cráneo al que recitar el famoso “ser o no ser”, de Otelo, el Moro de Venecia.

Las lecturas a la quietud llevan hasta Asia. El artista extrae de aquellos lares una partícula esencial de la religión, como la imagen de Buda. En Nirvana, lo coloca en su habitual posición de loto, meditando, cavando en su alma para arribar a ese estado de sublimación de la conciencia experimentado por muy pocos, a una paz absoluta. Sin embargo, la faz sagrada e imperturbable ha quedado bajo un remolino caótico. Ha sido devorada por tonos dorados y blancos. Lo sacro se lee como inmundo, el control del espíritu toma tintes de utopía.

Mística de lo Inmóvil nació en el 2020 y se desarrolló en el transcurso de tres momentos que comenzaron con un exposición de collages, luego, en la segunda oportunidad le añadió a esa técnica las obras de gran formato, y para el Remate se sumó el grabado. De esta forma el pincel cinceló y modificó la superficie rocosa o metálica, hasta poseer sus entrañas. Nos hizo entender que las esculturas firmes y sólidas sobre la grama, se quiebran desde adentro y son tan frágiles como lo deseemos, tan endebles como la propia existencia del hombre.

Por Yang Fernández Madruga/Adelante

Foto: Del autor