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miércoles, noviembre 27, 2024

Grabiel Castillo, de cuentacuentos

Todavía se siente el vibrar de la palabra de la octava Bienal de Narración Oral Cuenta Cuentos, y en eso tiene mucho que ver Grabiel Castillo, con su “garganta de lata y el vozarrón”, y también por la capacidad para juntar en Camagüey.

“Contrario a lo que todo el mundo piensa, el narrador oral no debe aprenderse el cuento de memoria. Una verdadera narración oral es viva y genuina en tanto trabaje con lo que proporciona el momento donde se hace. Cuando te la aprendes de memoria comienza poco a poco a ser una cosa recitativa, fría, que no vive el instante”, afirmó recientemente a la prensa.

Desde el Proyecto Sociocultural eJo creó Catalejo de Cuentos, integrado por narradores, muchos de los cuales han sido formados allí mismo, y se mantienen como entusiastas de una expresión milenaria, vital para las relaciones humanas.

“Una de las cosas que ha entendido el narrador camagüeyano es el cultivo de su voz, de su aparato vocal. Trabajamos desde las técnicas vocales, que esa voz se desarrolle y llegue al espectador”, explicó.

─¿Cuál fue tu escuela?

─ Soy alumno de Zaida Montells que fue alumna de Mayra Navarro. Luego la propia Zaida trajo a Mayra y a Jesús Losada a revisar a sus alumnos en Camagüey. Me tocó salir de la vertiente de Mayra Navarro, de voz totalmente limpia, enfatizada, buscando la caracterización vocal, apoyándote en la gestualidad y viviendo el momento.

─Mayra Navarro, mariposa cubana, ¿coincidiste en todo con ella?

─Los maestros de la narración oral en el país Mayra Navarro, Francisco Garzón Céspedes, Haydée Arteaga, querían que el narrador ejercitara los cánones de ellos. Eso trajo serias dificultades en el movimiento, trajo rupturas entre ellos mismos. No obstante, ella promocionó toda la vida algo crucial para un narrador oral, no todos lo entienden: el hecho de no aprenderse el cuento de memoria.

Atento al conversatorio con Fátima Patterson, en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, junto a su colega, el actor y narrador Josvany González. Foto: Alejandro Rodríguez Leiva.

Atento al conversatorio con Fátima Patterson, en la Academia de las Artes Vicentina de la Torre, junto a su colega, el actor y narrador Josvany González. Foto: Alejandro Rodríguez Leiva.

─Cuéntame la anécdota con ella en su última bienal

─Recuerdo esa bienal, esa grande que hizo ya enferma. Citó prácticamente a Cuba completa. Cuando se vio con todos aquellos narradores y cuatro días de bienal, no pudo. Tuvo que decir: tres minutos, cuatro minutos. A mí me dio ocho y a Ury Rodríguez le dio ocho. Ury ardió y yo, pues, a romperme la cabeza. No tenía ningún cuento de ocho minutos y no podía pasarme pero tampoco podía quedarme en siete. Tenía uno infantil. Bañándome para ir al Bertold Brecht recordé el cuento y lo preparé con la técnica de Mayra Navarro, porque sabía que era lo que quería. Ella me había bateado ya durante los días del evento como seis o siete cuentos. Cuando terminé la narración, dio la vuelta y me dijo: ese sí, ese sí.

─¿Es preservado el repertorio de los maestros?

─Todos los narradores orales de una manera muy fraternal copiamos el texto de otros. Los textos de los maestros se respetan muchísimo, ya están en las voces de narradores orales en el país. Esos materiales están circulando. El movimiento de narración oral afortunadamente tiene muy buena comunicación.

“Tenemos material guardado de las visitas de Mayra Navarro, de Jesús Losada, de algunos de los narradores que fallecieron, y los estamos intercambiando toda vez que tenemos un taller que nos permite la regeneración”.

─¿Y qué me dices de las memorias de Catalejo de Cuentos?

─El proceso de la COVID ayudó muchísimo. Hay que resaltar la ayuda del departamento de Programación de la Dirección Provincial de Cultura, y sobre todo la figura de la subdirectora Tamara Castillo, por la insistencia de que fuéramos a las redes con determinada calidad. Surgió la idea de grabar a los narradores.

“Durante los tres momentos de la pandemia en que estuvimos cerrados, Catalejo de Cuentos se mantuvo trabajando, grabando bajo estrictas normas de higiene, unas veces en el Proyecto eJo, otras en la casa de cada narrador. Ahora hay un amplio diapasón de narraciones guardadas, 48 cápsulas. Muchas veces son cuentos que hacían estos maestros”.

─Algo también aplaudido a nuestros cuentacuentos es su defensa de autores camagüeyanos

─Una de las tareas durante la pandemia fue la búsqueda y desarrollo del repertorio, repertorio que por ser camagüeyano siempre acude a la anécdota, a la leyenda y al escritor camagüeyano. Tenemos un excelente intercambio con el Centro Provincial del Libro y la Literatura. Muchos escritores han entendido que una forma de promocionar su obra es el propio narrador.

─Pienso rápido en dos escritoras: Evelin Queipo y Niurki Pérez

─Sí, ellas nos traen sus textos, incluso Niurki Pérez ya no es sólo la escritora de literatura infantil seleccionada como la más leída en el sistema de bibliotecas públicas. Yo creo que es la escritora más abordada por los narradores orales en el país. No existe un narrador oral que en algún momento de su vida no agarre una historia de Niurki y la narre porque escribe tan diáfanamente que permite al narrador hacer una selección rápida de sucesos y poder trabajar.

─¿Cuáles son los cuentos que mueven a Grabiel Castillo?

─Mis caballos de batalla son cuentos Mayra Navarro. Tengo uno que hago a cada rato. La primera vez lo hice motivado, fascinado, y ella lo estaba también, pero le dejó 17 notas, tantas que lo guardé, y dos años y medio después cogí el cuento, lo volví a revisar, coincidió con que ella volvió a Camagüey. Me decía que yo era un exagerado pero guardo la libreta con las 17 notas. En algún momento dejé de anotar y están las notas de todos mis compañeros de esa época, que siguieron escribiéndome en la libreta las notas de Mayra Navaro.

“Tengo muchas cosas ya mías, esos caballos de batalla que se los debo a ella, a esa forma de enseñarte, a esa forma exquisita de hacer, de decir, independientemente de que provengo del teatro y he tratado por todos los medios de abrir un poco más del diapasón, de moverme más en el escenario, de trabajar más con el público, de usar más mi gestualidad, mis atributos. Cada uno tiene algo fundamental, algo que le permite defenderse y eso debe explotarlo durante la narración oral”.

Por Yanetsy León González/ Adelante

Foto. Alejandro Rodríguez Leiva/ Adelante