Divertimento visual de Nazario Salazar
Tuvieron un haz de semanas para el diálogo con los espectadores, y en la mayor parte del tiempo de los ya tres meses allí, a las obras de Nazario Salazar no les ha quedado más remedio que conversar entre sí mismas, con los custodios o con el visitante ocasional del pase de control. A pesar de tanto silencio, la Visualidad de un divertimento se mantiene primorosa para cuando pueda reabrir la Galería República 289.
Alrededor de 45 piezas entre pinturas, fotos, dibujos, grabados y cerámicas conforman la muestra inaugurada con el objetivo de celebrar los 80 años de vida y los 60 de trayectoria profesional del multifacético artista camagüeyano. Aquella noche de la apertura, el espacio rebosaba de goce porque entonces, en nueva normalidad, nadie sospechaba la vuelta súbita al encierro.
Su perfil en Facebook mantiene como postales de la nostalgia las fotos de esos instantes felices, vedados mientras no cambie para bien el índice de contagios por COVID-19 en la ciudad. En un primer plano se ve a la crítica de arte Teresa Bustillo, y por el gesto es posible escuchar su afirmación: “Se necesita mucho más que arrancarle hojas a un almanaque para merecer el respeto y la gratitud de una época”.
La muestra se abre como un libro. La sala pequeña contiene la evolución de las formas, los colores, las texturas, los descubrimientos y la poética que han representado a Nazario Salazar. Lo nuevo está en la principal, casi una veintena de lienzos hermanados como serie De gules y azures, vórtices en movimiento. El primer objetivo era llamar la atención por el título. Luego, sorprender por la textura y el uso de colores tenues como una brisa de blanco, rosados y azules. El ojo no ve gules (rojo vivo) ni azures (azul oscuro). En el fruto de esa travesura, el autor notó algo: “Me he encontrado al Nazario joven de nuevo”.
No hay contradicciones en la propuesta de contrastes. Sin un lado no puede interpretarse ni comprenderse en la justa medida el otro. En las palabras al catálogo, Teresa Bustillo, quien no regala halagos inmerecidos, sostiene: “Nazario ha sabido construir una visualidad de superficie inocua y grácil con la que activa los niveles básicos de nuestra sensorialidad, para luego clavarnos en la memoria imágenes pletóricas de un desasosiego casi infinito”.
Precisamente es la libertad un privilegio que su obra ofrece al corazón del espectador. Ningún marco apresa las líneas en fuga invisible del formato tradicional del cuadro. “Parece que he dejado un rastro. Es lindo pero cuesta trabajo. Para llevar 60 años de vida artística y tener todavía deseos de seguir, hace falta romper muchas ataduras. Todo lo he hecho de corazón, y eso se transmite”, expresa quien confía en la protección de las obras fuera de casa.
De hecho, ninguna sufrió daño el pasado domingo de atronadora tormenta local severa. María de los Ángeles Marrero cumplía el turno de guardiana. Sin llamar a nadie ni protestar después, limpió el piso sobre el que se acumula el agua y sube una pulgada cuando llueve fuerte y se obstruye el desagüe. Juan Carlos Mejías, presidente del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, comparte a Adelante la buena opinión por el rigor de la vigilancia en la cuadra del inmueble, en una calle con restricción de movimiento.
Ojalá pronto ninguna cinta impida la llegada a la Galería República 289, que ha sido un hogar para la más grande exposición del Nazario Salazar de nuestros días. Él tiene el don de las virtudes. Sabe que el hombre recibe lo que da, o dicho con la escena del barro dentro del horno de leña: la dureza y el colorido de la cerámica que allí nace depende del castigo o la caricia de las lenguas de fuego.
Por Yanetsy León González/Adelante
Foto: Alejandro Rodríguez Leiva / Adelante