Chocolatiqui está de 15
Chocolatiqui cumple quince años, pero Reinier Elizarde Valier, el actor al que le nació ese personaje, tampoco es de celebrar ni el suyo que consta en el carné de identidad; sin embargo, cuando se riegue la noticia, niños, padres y abuelos querrán armarle una fiesta.
Reinier llegó al arte por embullo de una amiga. Preparó la mochila y se fue a las audiciones del proyecto Korimakao. Pues sí, clasificó. La Ciénaga de Zapata fue la escuela de actuación, y Manuel Porto, su maestro.
Ya “habilitado” para ejercer como profesional de la escena, otra persona cercana le propuso explorar como pareja de payasos, y ahí brotó el Chocolatiqui que habitaba en lo profundo de su ser.
Por el reposo de la maternidad, la amiga pidió una licencia, pero más nunca volvió, y como su personaje tenía vida propia, siguió entonces con la traviesa Violetica, la flor anaranjada que “llora” agua; y la libreta de papel cartucho con 61 refranes para completar con el público.
Ahora actúa junto al mago César, un jovencito multipremiado en festivales nacionales, que acaba de graduarse de la Universidad de Camagüey, aunque su profesionalidad artística lleva tiempo ganando los aplausos del ámbito circense.
Nos equivocamos si vemos a Reinier solo por su ejecutoria de payaso, porque tiene una capacidad admirable para andar metido en rollos diferentes gracias a las competencias como promotor cultural, algo parecido a un saco sin fondo.
Empezó esa labor de inmersión comunitaria en el consejo popular La Belén, del municipio de Camagüey, el territorio para el cual concibió y empuja hace una década el proyecto Vivan los barrios.
Prácticamente no hay un rincón donde no haya llegado en estos diez años con el talento de artistas profesionales y aficionados. La sede de coordinación del proyecto está en la céntrica Casa de Cultura Ignacio Agramonte.
Vivan los barrios ha sido el canal de visibilidad para Chocolatiqui, y para convertirse en un colaborador principal de Camaquito, ONG suiza que en Europa gestiona financiamiento para proyectos socioculturales en Cuba.
Sé que la palabra “financiar” alarma cuando se dice pegada a “desde el extranjero”, pero los tonos cambian porque ese dinero donado fluye por el cauce estatal para las reparaciones y el confort del Hospital Materno, escuelas, instituciones culturales, comunidades, y en especial, para el beneficio de los niños.
Reinier cosecha los resultados de sus metas. No ha labrado el camino como hacen los “gandíos”, no, eso nunca. En cada momento se ha esforzado por ofrecer lo mejor de sí mismo sin autosuficiencia.
Tal vez los fans desconozcan su primer oficio como veterinario. Ejerció como técnico principal de una cooperativa. Por el cambio de rumbo de su ocupación, entró a la universidad y se licenció como comunicador social.
También sabe desenvolverse como productor audiovisual, algo evidente por el carisma, la retahíla de conocidos y esa bondad en la mirada que convence de sus pasos siempre a favor de colectivos.
Como acuario al fin, Reinier cumplió 38 eneros, pero los 15 de Chocolatiqui no han pasado todavía. Los niños, los padres y los abuelos pueden sorprenderlo el tercer domingo de agosto en su único espacio fijo.
Por Yanetsy León González/ Adelante
Foto: Alberto Santos/ Colaborador