Jorge González Allué
Siempre que se habla de la otrora villa de Santa María del Puerto del Príncipe es obligado mencionar los tonos rojizos de las tejas, sus calles caprichosas, el San Juan, sus iglesias, plazas, leyendas, a Ignacio y Amalia. Pero no es menos cierto que Jorge González Allué forma parte indisoluble de la historia y el patrimonio cultural de la Ciudad de los Tinajones.
Unas 360 piezas forman el extenso catálogo de este afamado compositor que -para algunos- parece ser el autor de una sola melodía, Amorosa guajira. Por eso un inmenso pesar asomaba tras sus palabras cuando decía que otras composiciones suyas eran tan buenas o mejores que esa, y no alcanzaban la misma difusión, ni remotamente el mismo éxito.
Comenzó sus estudios musicales a los diez años de edad y a los 13 logró liberar a su madre de la obligación de costeárselos. Eran siete pesos al mes, que la macilenta economía familiar convertía en un capital. Para conseguirlos, Allué amenizó fiestas y bailes particulares, y casi adolescente aún, organizó su primera orquesta y compuso un pequeño vals al que tituló Corazón mudo, estrenándose así en el mundo de la composición.
A partir de ese momento integró agrupaciones musicales propias y ajenas y urgido por la necesidad de ganarse el sustento desempeñó empleos muy disímiles, desde pianista de clubes y cabarets hasta profesor universitario.
Escribió música para el teatro, musicalizó poemas de Nicolás Guillén y sus boleros, canciones, valses, danzas, criollas y baladas ponen de manifiesto a un músico dotado de un alto nivel profesional y poseedor de una fina sensibilidad. Tal vez por eso, cada vez que le preguntaban cuál era, de todas sus composiciones, la preferida, respondía sin vacilar: Fatalidad.
Consideraba a la Amorosa Guajira como la hija que decide abandonar el hogar, a la familia y hacer vida independiente. No es la mejor, afirmaba, es solo la más despierta de todas.
Es preciso destacar la figura de Allué como poeta. ¿Quién no ha escuchado alguna vez Los quince de Florita?, poema que desborda, en todas sus líneas, la picardía del buen cubano y que ha sido inmortalizado en la voz de Luis Carbonell, el Acuarelista de la Poesía Antillana.
El pueblo de Camagüey recordará siempre a la Amorosa guajira como su «himno». Pero a su autor no debe recordársele sólo por esa golondrina, que en su caso, hizo la primavera, sino como el hombre que le regaló a toda Cuba infinidad de obras que sin duda alguna han quedado en las páginas de la historia musical cubana y dan fe del genio creador de su autor.
Artículo: Allué: más que Amorosa Guajira, Autor: Dione Ramos González (estudiante de periodismo) / Adelante Digital